George Korres
Carmen Mañana - El País
"Bancarrota,
rescate, huelga. Cuando se habla de Grecia siempre aparece alguna de estas
palabras". George Korres (Atenas, 1965) se echa las manos a la cabeza,
literalmente, mientras habla. "Aunque solo se oigan cosas negativas, no
todo se desmorona". El mejor ejemplo de su discurso es él mismo. La firma
de cosméticos naturales que fundó hace 15 años, Korres, ha crecido en el último
año un 12% solo en Grecia, está presente en más de 30 países y es considerada
una de las 500 empresas con mayor desarrollo de la Unión Europea por la Entrepreneurs
for Growth Asociation.
El
lenguaje corporal y verbal de Korres es franco. Rechaza el pescado sacando la
lengua en una mueca de asco, para desplegar después una bonachona y kilométrica
sonrisa a modo de disculpa.
Tras
examinar los platos circundantes, se decide por un secreto de lomo ibérico. En
el tiempo que tarda en hacerlo desaparecer, unos 15 minutos, se han vendido al
menos 10 geles fríos de Korres en el mundo. Este aftersun está inspirado
"en la tradición griega de aplicar yogur en las espaldas quemadas por el
sol" y es uno de sus best sellers: cada día se despachan más de
1.000 unidades.
"Todavía
no sé como hemos llegado hasta aquí", dice encogiendo los hombros. El
camino no ha sido largo pero sí intenso. Korres comenzó a trabajar en 1988 en
la botica homeopática más antigua de Atenas. Había sido un "estudiante de
Farmacia mediocre", pero los remedios naturales que creó durante los ocho
años siguientes y que testaba en sus propios amigos se hicieron muy famosos.
Primero en la capital y después en todo el país.
La
demanda se incrementó de tal manera que Korres decidió fundar en 1996 su propia
firma. Sin campañas de publicidad o marketing, la marca creció gracias
al boca a boca, y de la misma forma llegó al mercado internacional. "Un
abogado de Nueva York descubrió nuestros productos en un viaje a Creta en 1999.
Me llamó porque no los encontraba en Estados Unidos y quería importarlos".
Las
ventas comenzaron a dispararse y Korres intentó aumentar la producción. El
primer obstáculo con el que topó fue el sistema agrícola griego. "Las
empresas internacionales compraban plantas y semillas griegas, extraían sus
esencias en fábricas extranjeras y luego nos las vendían a precio de oro",
explica.
Korres
decidió asociarse entonces con 26 granjas y comunidades rurales, formar a sus
trabajadores en las técnicas de destilación y comprarles directamente a ellos
las esencias. El proyecto funcionó tan bien que el ateniense quiso involucrar a
presos. "Les enseñamos un oficio, reciben un sueldo y nos comprometemos a
contar con ellos como proveedores una vez en libertad. Esta fórmula nos permite
tener un control absoluto del proceso y un producto con la calidad que
exigimos". El farmacéutico mira fijamente el té. Recuerda que la
administración helena tardó tres años en firmar los permisos necesarios para
materializar esta idea. "Así nos van las cosas. El Gobierno griego
necesita un tratamiento con ginseng, vitaminas... algo que les haga
recobrar el sentido común". Una fórmula que si se pudiese embotellar
superaría seguro en ventas al gel de yogur.
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