Pedro Olalla confronta su visión de pueblo contra mercado con el análisis económico de Francisco Blanco, a favor de los ajustes - El helenista culpa a la «nueva plutocracia» y el profesor de Hacienda le reprocha «un maniqueísmo que impide avanzar».
La plaza pública fue el salón de actos de la biblioteca pública Pérez de Ayala en el Fontán. Invitaba Tribuna Ciudadana para analizar la crisis griega y allí se sentaron a confrontar sus posturas Pedro Olalla, helenista, ovetense residente en Atenas desde hace años y embajador del mundo griego por el mundo a través de libros y películas y el economista Francisco Blanco, profesor de Hacienda Pública en la Universidad de Oviedo y concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Gijón. Las premisas iniciales eran propicias al diálogo, pero al final, tras largas exposiciones e intenso debate, la sensación final fue la de haber asistido a un intercambio de monólogos, alternancia de dos posturas irreconciliables que Francisco Blanco resumió en la oposición «mitho» y «logos» («mito» y «lógica», explicó él para atribuir a sus palabras la segunda condición, las de la razón, lo cierto, y a las de Olalla la de las explicaciones fuera de la lógica que enganchan al público por el lado emocional).
Y, efectivamente, el público aplaudió masivamente las frases de Olalla, como cuando despidió la reunión con una cita del economista Galbraith -«no es precisamente un mitómano», ironizó- muy celebrada entre las butacas: «en nuestros tiempos se están desdibujando las fronteras entre economía y delincuencia».
Antes, y durante una hora, el economista había arrancado con un análisis de las semejanzas entre España y Grecia (países poco competitivos pero con costes salariales no tan bajos como sus vecinos) y sus diferencias (en la época de acceso a la financiación, con la entrada en el euro, aquí hubo ahorro y allí no, «de hecho Grecia es uno de los países del mundo donde menos se ahorra»; allí, además, la administración falseó las cuentas y la economía sumergida «es todavía mayor que en España», argumentó). Blanco buscó culpables: «el gobierno griego por falsear las cuentas, no ser disciplinado, comportarse de forma irresponsable, y no sólo Nueva Democracia, porque no se puede eximir de culpa al Pasoc, pero también de los ciudadanos que votaron a este gobierno en 2004 lo volvieron a votar en 2007». Las alternativas para los griegos, concluyó Blanco, son «cumplir con la UE, que les obligará a vivir peor pero teniendo en cuenta que antes vivían mejor de lo que podían». «Seguir como antes», zanjó, «no es una alternativa, porque entonces nadie prestará dinero a Grecia y si no puede financiar no podrá pagar salarios ni hacer nada».
Silencio en la sala y siguió Pedro Olalla, que se presentó «estimulado para el debate» ante las reflexiones de Blanco. El helenista ocupó mucho más tiempo e hizo un repaso sincrónico y diacrónico a todo el asunto griego. Tanto se remontó que arrancó en el momento en que Solón declara la abolición de la «seisákhtheia», la esclavitud por deudas, y así sienta las bases de la democracia y avanza en las conquistas de la dignidad humana. De entonces hasta ahora, argumentó Olalla, «lo que está pasando es que cada vez estamos más cerca de las mayores cotas de esclavitud por deuda, el arma más terrible del hombre contra el hombre, empleada primero en el tercer mundo y ahora en el primer mundo».
La hipótesis de Olalla, desarrollada luego históricamente fue la de la deuda como un nuevo ejercicio de colonización, que en la actualidad deja a unos pocos, «una nueva plutocracia, el poder económico y financiero», el control de más esferas políticas «hasta que la democracia desaparezca totalmente».
Luego Olalla detalló cómo Grecia ha quebrado varias veces a lo largo de su historia y cómo ha estado sometida a sus acreedores desde el siglo XIX, intervenida por la sociedad de naciones u obligada a depositar un cuarto de sus reservas de oro en Londres para apoyar a la libra esterlina. Así, hasta llegar a la situación actual: «un gobierno de colaboración impuesto por la UE y sin pasar por un referéndum; en el tercer mundo hubieran puesto a un dictador al servicio de los acreedores, como han hecho siempre, y sería más limpio. Aquí, hubo que mantener las formas».
Olalla concluyó que el problema es quién es el dueño del dinero y quién tiene su control y reclamó a la ciudadanía recuperar su soberanía, salir del euro en el caso griego, «porque la democracia es todavía una idea revolucionaria».
Blanco objetó que aunque no veía problemas morales a que Grecia dejara de pagar su deuda, «a un corralito» como en Argentina, negó la dictadura financiera y acusó a Olalla de utilizar «un discurso basado en el maniqueísmo, del mundo contra Grecia, y de quien tiene el dinero que puede ser muy reconfortante pero que no nos ayuda a avanzar».
Olalla replicó que en ninguna parte los gobiernos se preocupan por su ciudadanía y sí, sea Cameron o Sarkozy, por favorecer a sus mercados y Blanco acabó protestando: «Cuando no se sabe mucho de economía, es más fácil enganchar con la exposición emocional». Y hubo un murmullo de abucheos.
Chus Neira
Foto y artículo original: lne.es