lunes, 27 de enero de 2014

SUPERVIVIENTES GRIEGOS DEL HOLOCAUSTO

Anna Mordojai

27 de enero, Día de la Memoria de las Víctimas del Holocausto. No se me ocurre una fecha mejor para escribir unas líneas sobre el proyecto de la artista  Artemis Alcalay, quien durante los últimos años inmortaliza con su cámara fotográfica a los supervivientes griegos del Holocausto. Un proyecto difícil, con el tiempo jugando en su contra. Hay que darse prisa. Y es que los supervivientes de la barbarie nazi, como la misma artista me comenta, “se van marchando uno tras otro”.

Artemis coloca una de sus simbólicas casitas junto a su modelo y conversa con ella para registrar no únicamente sus expresiones y gestos, sino también sus recuerdos y su testimonio, el testimonio del mayor crimen cometido contra el género humano y que últimamente algunos, en el mismo Parlamento de los Griegos, han osado afirmar que nunca tuvo lugar.

La señora Anna Mordojai es, por el momento, la última de las personas a las que Artemis ha fotografiado. Miembro de una familia judía procedente de la ciudad de Ioannina, Anna nació en Corfú en 1928. Su padre había abierto allí un almacén de telas. Durante la ocupación italiana y alemana, la familia se vio obligada a vivir en varios pueblos de la isla huyendo de la persecución y los bombardeos.



Anna Mordojai recuerda el día en que fue conducida, junto a otros miles de judíos griegos, al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Allí Anna dejó de ser Anna y pasó a ser solamente un número, el número que lleva tatuado en su brazo izquierdo. Apartada de su familia y trabajando en condiciones infrahumanas en una fábrica textil dentro del mismo campo de exterminio, Anna no dejó nunca de pensar en el regreso a su país, a su isla, a su casa -y observa con mirada dulce esa casita de madera que Artemis ha puesto a su lado-, en el reencuentro con los suyos… Anna fue liberada por el ejército soviético, que la condujo primero hasta Katowice y más tarde a Slutsk, cerca de Minsk, donde permaneció en un campo de refugiados hasta su regreso a Atenas.

Anna habla también con Artemis de la familia que formó tras regresar a Grecia: tres hijos maravillosos, seis nietos… Su marido, ya fallecido, era también superviviente del Holocausto, que le arrebató a su primera mujer y a sus tres hijos. La señora Mordojai sonríe, se queda pensativa, murmura, llora y finalmente entona una canción cuya letra compusieron las presas griegas de Auschwitz sobre la base musical de una tonada popular corfiota.

Hermosa isla de Corfú, patria tan dulce y querida,
Quién sabe si volveré a estar de nuevo a ti unida
Para contarte las penas que tan lejos he pasado
En las celdas de Polonia cada día malgastado.
A rayas azul y blanco como a locos nos vistieron
Nuestros hermanos, de pena, como las moscas cayeron.
Perros cobardes golpeaban nuestro triste corazón
Madres y niños morían convertidos en carbón.
Y el triste llorar injusto nuestros ojos lastimaba
Hitler los iba quemando mas nadie hacia atrás miraba.
Y vosotros, hijos libres, que habéis escuchado el drama
¡Aniquilad al fascismo, mi corazón lo reclama!




Fotografías: © Artemis Alcalay