jueves, 7 de abril de 2011

LOS PONDIOS: UN PUEBLO SIN PATRIA (II)


2.- 2700 AÑOS DE HISTORIA


Para hablar del Ponto tenemos primero que situarlo geográficamente. Y no es fácil. A lo largo de la historia se ha utilizado el término con muy distinto significado. Aparece por primera vez en Homero, con el significado de “mar”, acompañado generalmente por adjetivos como “vinoso”, “brumoso”, “ancho”, “rico en peces”, etc. Hesíodo se refiere a él como progenitor de algunos dioses, generalmente con el epíteto “salado”. En Píndaro y Simónides ya encontramos alguna referencia al Ponto Euxino, pero será Heródoto el primero que nos habla ampliamente de este lugar, utilizando indistintamente el término “Ponto” o “Ponto Euxino”. A partir de él, lo encontraremos siempre identificado con el mar Negro. Y será Jenofonte, en su Anábasis, el que nos describa con mayor amplitud la zona, a partir del momento en el que los Diez Mil lanzaron el famoso grito “θάλαττα, θάλαττα” (El mar, el mar), después de haber atravesado miles de kilómetros. Él nos habla de las gentes, los ríos, los montes… incluso de un baile que los pondios actuales consideran antecesor directo de su danza más típica, “Serra” o “Pirrijios” y que en el texto aparece bailado ¡por una mujer!, cuando se trata de una danza guerrera y evidentemente masculina, al menos así es en la actualidad:






A partir de Jenofonte, los geógrafos y demás escritores llaman “Ponto” exclusivamente a la zona sur del mar Negro, que comprende la franja costera entre Sinope y la Cólquide, incluyendo según las épocas más o menos tierras hacia el interior. El término se generalizó especialmente a partir de la creación del Reino Helenístico del Ponto por la dinastía de Mitrídates, a comienzos del siglo III a.C.



Vista de Amasya, con las tumbas de los reyes del Ponto (Foto de Dick Schmitt)


Los griegos llegaron a la región en el segundo milenio antes de Cristo, si hacemos caso de los datos que nos ofrece la mitología, pero las primeras colonias de las que tenemos noticia se establecieron entre el siglo VIII y el VII a. C. Su fundación tenía una finalidad evidentemente económica: el comercio de productos abundantes en la zona, principalmente metales (hierro, cobre, plata y oro) pero también otros productos agrícolas y ganaderos: cereales, madera para la construcción de barcos, lino, lana, cera, miel, pieles, etc. Además tenía gran importancia el comercio de salazones, debido a la abundancia de peces en el mar y en los ríos y lagos cercanos, así como el comercio de esclavos.

Según los historiadores, la relación de los colonos con el resto de pueblos que habitaban la zona se limitaba a las transacciones comerciales, ya que consideraban su forma de vida y sus costumbres propias de “bárbaros”. Así pues, las colonias mantienen su carácter helénico a lo largo de los siglos, siendo ellos los que transmiten su cultura a los pueblos circundantes, sobre todo en época de Alejandro Magno, cuando toda la región se heleniza.

Después de la muerte de Alejandro, Mitrídates I establece en la zona un reino con capital en Amaseia (Amasya), incluyendo entre sus dominios también la Capadocia. Este reino alcanzó su mayor esplendor con Mitrídates VI, quien se opuso al poder de Roma y consiguió importantes victorias, aunque finalmente fue derrotado por Pompeyo en el 63 a.C. A partir de ese momento el Reino del Ponto desaparece y se convierte en provincia romana, en un principio unida a Bitinia y más tarde dividida en varias partes.

Durante los siglos posteriores los pondios permanecerán bajo el poder de Roma, en ocasiones severo y en ocasiones permisivo según la ciudad de que se trate y según quién se encuentre en el poder. Algunas ciudades mantienen un estatus independiente, aunque acabarán perdiendo finalmente todos sus privilegios, especialmente durante el siglo II d.C.

En esta época aparece una nueva religión, difundida por los apóstoles Andrés y Pedro en la zona del Ponto: el cristianismo, que contribuirá a crear un estrecho vínculo de unión entre los griegos y a extender aún más la cultura helénica en la zona.

Durante el reinado de Constantino el Grande la provincia estaba dividida básicamente en dos partes: el Ponto Polemoniaco y el Helenoponto. La ciudad más importante de esta época es Neocesarea (Niksar), aunque Trebisonda va aumentando su relevancia hasta que en época de Justiniano (Imperio Bizantino) se convierte en la principal ciudad del Ponto, debido sobre todo a su situación estratégica en las guerras contra los persas del imperio Sasánida.



Murallas de Trebisonda (Foto de eu.purkinje en Panoramio)



Entre los siglos IX y XI se produce en la región un fenómeno literario que tendrá mucha relevancia en los siglos posteriores: las canciones acríticas, un tipo de poesía épica en el que se narran las hazañas de los acritas (defensores de la frontera oriental en las luchas del imperio bizantino contra los árabes). El poema más famoso es conocido con el nombre de su protagonista, Digenís Acritas.

Es una época de continuas guerras en la zona. Los turcos selyúcidas avanzan conquistando ciudades y establecen un sultanato en Nicea (y más tarde en Iconio) y un emirato en Neocesarea. Incluso se hacen con el poder en Trebisonda a comienzos del siglo XI, aunque su conquista dura sólo unos pocos años. A estos peligros externos se suman las disidencias internas en el imperio bizantino: los emperadores de la dinastía de los Comnenos habían favorecido con privilegios fiscales y comerciales a los latinos, especialmente a los venecianos, como agradecimiento a su colaboración en las luchas contra los normandos que amenazaban los territorios imperiales en Italia. Pero el pueblo no veía con buenos ojos estos privilegios y se fue gestando un odio contra los latinos que desemboca en la matanza de 1182, cuando Andrónico Comneno ataca la capital y se hace con el poder. Él es el último emperador de la dinastía de los Comnenos, que había reinado durante los últimos cien años. La mayoría de emperadores de esta dinastía eran latinófilos y dirigían sus miradas sobre todo a occidente, dejando un poco de lado la zona oriental, es decir, el Ponto. Ello permitió a los dirigentes de Trebisonda aumentar su poder y prestigio al conseguir importantes victorias en la lucha contra los turcos e incluso adquirir una cierta independencia respecto al poder imperial. Una de las familias pondias que destaca en esta época es la de los Gavrades, que tenían el título de “duques de Caldía” (Caldía es el nombre del thema o provincia bizantina con capital en Trebisonda).

Andrónico I Comneno, que había estado exiliado en la zona del mar Negro y que había ostentado el cargo de gobernador del Ponto, al hacerse con el poder imperial quiere cambiar la política latinófila de sus predecesores y reducir también los privilegios de las clases altas. Sus comienzos son muy prometedores y cuenta con el apoyo del pueblo, pero pronto empieza a ver intrigas por todas partes e instaura un reino de terror que le hace perder el favor popular, siendo finalmente derrocado y asesinado. Sus nietos, Alejo y David, huyen de Constantinopla y se refugian en el Ponto, donde al parecer tenían vínculos familiares, además de contar con el apoyo de la reina de la vecina Georgia, pariente suya. El Ponto se encontraba aislado del resto del imperio por los turcos del sultanato de Rum (con capital en Iconio, la actual Konya) y disfrutaba además de una cierta independencia gracias a las gestiones de sus anteriores dirigentes, los Gavrades.

A comienzos del siglo XIII y en el marco de la cuarta cruzada se producen dos acontecimientos simultáneos: la toma de Constantinopla por los latinos y la creación del Imperio de Trebisonda por los descendientes de Andrónico, a los que se conoce como “Grandes Comnenos”. El 13 de abril de 1204, los cruzados saquean la capital del imperio bizantino, estableciendo el Imperio Latino de Oriente. Los aristócratas bizantinos huyen y se establecen en Nicea, donde mantendrán la continuidad del poder imperial con la dinastía de los Láscaris y más tarde de los Paleólogos, hasta la reconquista de Constantinopla en 1261. Otro de los reinos bizantinos que logra mantener su independencia de los latinos es el Despotado de Epiro y, por supuesto, el ya mencionado Imperio de Trebisonda, que es el que nos interesa explicar.



Situación en 1204 (Mapa tomado del “Blog de anexos”)



Situación en 1235 (Mapa tomado de conflicts.rem33.com)



Ya hemos mencionado a Alejo Comneno (llamado el Grande) y a su hermano David, que se habían refugiado en la corte de la reina Thamar de Georgia, pariente suya por parte de madre, cuando su abuelo fue expulsado del trono bizantino y su familia masacrada. Con ayuda de Thamar conquistan la zona costera del Ponto y se disponen a reclamar el trono de Bizancio, aunque no pueden vencer la superioridad militar de Teodoro Láscaris, a quien además apoyaba el Patriarca, legitimando sus pretensiones sucesorias. También deben enfrentarse a los turcos del imperio de Rum, quienes reducen su territorio al conquistar Sinope en 1214, aislando todavía más al imperio de Trebisonda del resto del mundo griego. No obstante, aumentan sus posesiones por el norte, ya que controlan también la zona de Querson, en Crimea. Por ello se hacen llamar “emperadores de todo el Oriente, de la Iberia Caucásica y de Peratía (Crimea)”, aunque el título que reivindican es el de “Auténtico Basileus y Emperador de los Romanos”. No obstante, ese título también era reclamado por los Paleólogos, que habían conseguido reconquistar la ciudad de Constantinopla en 1261. El emperador Miguel VIII envía embajadas a Trebisonda para convencer a Juan II Comneno de abandonar el título de “Emperador de los Romanos”, ofreciéndole a cambio la mano de su hija Eudoxia. Deberá también renunciar a otros atributos imperiales, como el emblema del águila bicéfala, que desde entonces se convierte en monocéfala. No obstante, podrá firmar crisóbulas (decretos imperiales) con tinta roja y vivir en el palacio imperial de la acrópolis de Trebisonda.



(Imagen tomada del blog pontosandaristera)



Los Grandes Comnenos de Trebisonda constituyen la más longeva dinastía bizantina, ya que gobiernan durante 257 años, desde 1204 hasta 1461, ocho años después de la caída de Constantinopla.

Son tiempos complicados, no obstante. Por oriente surge un nuevo peligro a mediados del siglo XIII: los mongoles o tártaros, que habían conquistado las estepas rusas y Armenia, comenzando a introducirse en Asia Menor. Ante el peligro común, los tres principales Estados de la zona (los imperios de Nicea y Trebisonda y el sultanato de Iconium) se unen contra los invasores, pero éstos aplastan sus fuerzas militares. El emperador de Trebisonda, reconociendo la imposibilidad de vencer a los atacantes, hace la paz con ellos a cambio de pagarles tributo, convirtiéndose así en vasallo suyo. No obstante, estos ataques también sirvieron para favorecer la economía del imperio, ya que la conquista y saqueo de Bagdad por los mongoles en 1248 produce como consecuencia que la ruta de las caravanas se desvíe del interior y el comercio con Oriente pase a realizase a través de los puertos del mar Negro, sobre todo el de Trebisonda. Se establecen allí los genoveses y más tarde los venecianos, ya que la ciudad no dispone de una flota potente que pueda acometer esta importante empresa. Se desarrolla así una importante actividad comercial que hace florecer la economía y que se ve reflejada en el auge de la moneda de plata de los Grandes Comnenos, la “aspra”.

La situación geográfica del imperio también juega un papel importante en su economía, ya que le permite ser intermediario tanto de los sultanatos y emiratos del interior de Asia Menor como de los genoveses. Además, Trebisonda era paso obligado para las embajadas que se dirigían al reino de los mongoles o a las sedes de los dirigentes turcomanos y selyúcidas. Podemos comprobarlo con la lectura del informe que escribe Ruy González de Clavijo, enviado por el rey Enrique III de Castilla como embajador ante el Gran Tamerlán en 1402. Así describe su paso por la ciudad:


“Y otro día viernes siguiente […] fueron a la ciudad de Trapisonda. […] Y otro día sábado siguiente el Emperador envió por los dichos Embajadores, […] y por Emperador dicen los Griegos Basileo, y este Emperador daba tributo al Tamurbec, y a otros Turcos sus vecinos: y el Emperador era casado con una parienta del Emperador de Constantinopla, y su hijo casado con una hija de un Caballero de Constantinopla, y tiene dos hijas pequeñas. […] Y esta ciudad de Trapisonda es poblada cerca del mar, y la su cerca de ella sube por unas peñas arriba, y en lo más alto de la peña estaba un castillo bien fuerte que tiene otra cerca sobre sí, y de la una parte de él pasa un río pequeño que va hondo entre unas peñas, y de esta parte es la ciudad muy fuerte, y de la otra parte es muy llano; pero buen muro tiene, y la ciudad es de parte de fuera cercada de arrabales, y muchas huertas: y lo más hermoso de la ciudad es una calle que va junta con el mar, que es en uno de estos arrabales, y en esta calle se venden todas las cosas de la ciudad: y juntos con el mar están dos castillos de buen muro y torres fuertes, y el uno de ellos es de Venecianos, y el otro de Genoveses, que los hicieron ellos a consentimiento del Emperador.”




La ciudad de Trebisonda y su imperio, último bastión bizantino en caer en manos otomanas, inspiró a muchos escritores occidentales, entre ellos a Cervantes: “Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda” dice en el comienzo del Quijote



Cuando el poder mongol se va debilitando, comienza una nueva amenaza: los turcos otomanos. El imperio intenta hacerle frente mediante alianzas familiares con los pueblos vecinos: se conciertan numerosos matrimonios entre mujeres de la familia imperial, famosas por su belleza, y dirigentes selyúcidas o turcomanos. Entre 1349 y 1461 cerca de 15 mujeres de la familia de los Grandes Comnenos se casan con dirigentes extranjeros, casi siempre musulmanes. Estas alianzas permiten a Trebisonda sobrevivir durante algún tiempo más, mientras los otomanos se van apoderando de las tierras que un día fueron parte del imperio bizantino: Tesalónica, la segunda ciudad del imperio, cae en 1430, mientras que la capital, Constantinopla, sucumbe en 1453. Finalmente, un día de agosto de 1461, Mehmet II pone cerco a Trebisonda y entra en la ciudad como conquistador, poniendo fin a la dominación griega en el Ponto.

La región del Ponto experimenta a partir de entonces una relativa estabilidad en las manos de los otomanos, la población cristiana se mantiene en su gran mayoría (de hecho, sólo los militares y algunos funcionarios del gobierno son turcos) y se les permite practicar su religión sin mayores problemas, ya que pertenecen a una de las “gentes del libro” (cristianos, judíos y musulmanes). Aunque sus puertos (Trebisonda, en primer lugar) y sus negocios se mantienen activos, el Ponto pierde la mayor parte de su clase alta con la conquista otomana: en primer lugar Mehmet II traslada una gran parte de la población urbana de las ciudades conquistadas para la repoblación de Constantinopla. Además, muchos nobles deciden huir para evitar el sometimiento a la política impositiva del sultán, unos huyen hacia el Caúcaso y otros hacia las regiones interiores del Ponto, donde es más laxo el yugo otomano. Pero el pueblo llano, los griegos pónticos, que llevaban allí más de dos mil años, se adaptan a los nuevos “amos”, al igual que se habían adaptado a los anteriores: persas, romanos, bizantinos... Con el paso del tiempo, no obstante, comienzan a establecerse más familias otomanas en la zona, creando continuos conflictos y obligando a muchos cristianos a convertirse al Islam o a huir. Estas conversiones forzosas son más intensas en la zona occidental, ya que en el Ponto oriental la lejanía de la capital y su situación estratégica permiten una mayor independencia, al igual que había ocurrido en época bizantina. A esto se suma la necesidad que los sultanes tenían de las riquezas minerales de la zona interior, que ocasiona la concesión de privilegios a los griegos de Arguirúpolis (Gümüşhane) para que trabajen en la explotación de las minas.




Así pues, durante los primeros 200 años después de la conquista, la situación de los griegos del Ponto no varía mucho. Durante el siglo XVI la paz permite un nuevo florecimiento de la economía en ciudades como Trebisonda, donde los griegos son obligados a abandonar la zona amurallada y se establecen en dos barrios periféricos, alrededor de las iglesias de San Felipe (que convierten en sede episcopal) y Santa Sofía. La catástrofe comienza a mediados del siglo XVII, ya que estos barrios habían prosperado hasta tal punto que provocaban la envidia de los turcos, residentes en la zona fortificada. Se produce un ataque en masa a la iglesia de San Felipe (a la que convierten en mezquita) y al barrio circundante, resultando muertos numerosos griegos y los supervivientes expulsados de sus casas. Más tarde ocurre lo mismo en la zona occidental de la ciudad, en el barrio de Santa Sofía. En otras ciudades siguen el ejemplo y se produce entonces la segunda oleada de huidas masivas, ya sea hacia el interior del país o hacia la capital, Constantinopla. Al parecer, entre los que deciden irse está la familia de los Ypsilantis, que jugará más tarde un papel fundamental en la revolución griega de 1821.

Muchos de los griegos, en lugar de huir, prefieren convertirse al Islam. Surge así un fenómeno que ya había comenzado con la conquista otomana, pero que en esta época llega a alcanzar su cota máxima: el criptocristianismo. La mayoría de los que se convierten lo hacen, además de para escapar de las represalias de sus vecinos turcos, sobre todo para evitar problemas con las autoridades locales, que se habían vuelto cada vez más ambiciosas y tiranizaban a la población no musulmana con impuestos abusivos y continuas rapiñas, pero continúan practicando la religión cristiana a escondidas durante siglos. Se habla incluso de pueblos enteros de criptocristianos, en las zonas del interior. Es un fenómeno tan extendido que aparece incluso en canciones como la que os pongo a continuación, que he traducido al español y he adornado con imágenes variadas sobre el Ponto para que resulte más ameno.







Durante el siglo XVIII tiene lugar un acontecimiento que tendrá gran influencia en la posterior evolución de la suerte de los pondios: el nacimiento de un nuevo y poderoso estado de religión ortodoxa, el imperio ruso. Catalina la Grande comienza una “nueva cruzada” contra los otomanos, con la excusa de proteger a los griegos ortodoxos. Seguramente sus intenciones no eran tan altruistas, sino que lo que pretendía era engrandecer su país a costa del imperio otomano y, sobre todo, conseguir una salida al mar Mediterráneo. En cualquier caso, tanto ella como sus sucesores se embarcan en continuas guerras que provocan nuevas oleadas de movimientos migratorios: muchos musulmanes de la zona rusa se desplazan hacia el imperio otomano y los cristianos del imperio turco se dirigen hacia el Caúcaso. Esto ocurre en todas las ocasiones en las que se enfrentan ambas potencias: 1768-1774, 1806-1812, 1828-1829, 1853-1856 (guerra de Crimea) y finalmente en 1877-1878. El establecimiento en el Ponto de numerosos musulmanes procedentes del imperio ruso hace que muchos griegos se decidan a emigrar para evitar los problemas que causa esta convivencia, viéndose favorecido este movimiento migratorio por las posibilidades de trabajo que ofrecía, a finales del XIX, la construcción de una gran red de ferrocarril en Rusia. En resumen, un total de unos 190.000 griegos pondios emigró hacia el Caúcaso antes de la Primera Guerra Mundial. De su suerte hablaré más adelante, que por hoy ya estuvo bien.