Pedro Olalla. Atenas
Las elecciones del próximo domingo en Grecia mantienen a Europa en
una gran expectativa. La causa, más allá del habitual ruido mediático
que suele acompañar a todos los comicios, es que, esta vez, el resultado
es muy trascendente. ¿Qué se decide? Se decide entre otorgarle o
denegarle la legitimidad democrática a la política impuesta hasta el
momento de forma coercitiva desde el nucleo neoliberal europeo. Ni más
ni menos. Por eso es trascendente, y no sólo para Grecia, sino para la
democracia como proyecto.
Este domingo, en Grecia, no se vota a un partido: se vota si dar
continuidad a un régimen o abrirse a la posibilidad de subvertirlo. Una y
otra opción tienen sus riesgos, si bien los medios del establishment se
esmeran en agigantar los de la opción de cambio mientras guardan un
perverso silencio sobre los de la opción de continuismo.
Durante los dos últimos años, la parte más progresista del pueblo
griego ha estado clamando en las calles y en el ciberespacio contra
flagrantes injusticias derivadas de las políticas de austeridad y de
recortes, impuestas por reducidos grupos que actúan sólo por su propio
interés económico; clamando contra los procedimientos antidemocráticos
por los que un grupo limitado de políticos colaboracionistas ha
comprometido la soberanía y los recursos del país con la firma de
onerosos Memoranda; clamando contra la arbitraria suspensión de un
referéndum ya anunciado, y abortado por el temor y las presiones de la
derecha neoliberal europea; clamando contra un gobierno de agentes y de
títeres, impuesto al margen de las urnas para ejecutar los planes de una
élite concreta; clamando un día y otro por la democracia y la justicia,
ante oídos sordos, falanges policiales y cortinas de gases
lacrimógenos.
Las elecciones del próximo domingo son trascendentales para Grecia y
Europa, porque, por vez primera en todo este proceso, la voz sonora de
la disidencia frente a esta "hoja de ruta" neoliberal y globalizadora
tiene la posibilidad de transformarse en acción política por vía
democrática. Y esto es muy importante, tan importante como la caída de
un régimen, de ahí el desasosiego del establishment griego y europeo y
su desesperada campaña de desprestigio y miedo. Los "numerarios" del
bipartidismo clientelista griego saben perfectamente que serán
derrotados para siempre si pierden estas elecciones, saben que se acaba
el juego, y lo sabe también la detestable oligarquía beneficiaria de sus
políticas de endeudamiento, privatizaciones y rescates. Y no nos
engañemos: el nerviosismo que ahora recorre los despachos europeos y los
consejos de administración de la gran banca tiene este mismo origen.
El gran fracaso de los comicios griegos del pasado mes de mayo fue
que la resistencia frente a esta política de depredación y abusos no fue
capaz de trazar a tiempo una línea de mínimos y unir sus fuerzas en un
frente común para ganar las elecciones. Ahora puede hacerlo. En estos
momentos, el voto pragmático para que pueda haber un cambio progresista
de política, para que se depuren responsabilidades y para que se ponga
freno al sistema de sometimiento a través de la deuda, lo tiene
únicamente Syriza, y cuantos en Europa desean de verdad abrir la
posibilidad a ese cambio deben ahora apoyar a Syriza, por encima de los
lógicos recelos y de las eventuales diferencias. Para que algo cambie
hay que vencer el miedo y que asumir el riesgo, y me parece abominable
la actitud del KKE (Partido Comunista de Grecia), que pide expresamente
en su campaña que no se vote a Syriza, prefiriendo una clara victoria
del bipartidismo continuista –que les permita seguir cínicamente
instalados en su sistémica oposición retórica–, al esperanzador triunfo
de un partido de mayor afinidad ideológica, que les dé terreno para
colaborar de forma constructiva en las tareas de gobierno.
Atención: no es el euro ni Grecia, es la Democracia lo que está en
crisis; y los europeos hemos de espabilarnos de una vez, dejar de actuar
como cómplices del engaño, y decidir con valentía si empezamos a luchar
por valores o seguimos defendiendo intereses. Si, este domingo, los
griegos que acudan a las urnas consiguen con su voto abrir en Europa la
posibilidad a este cambio, este pequeño pueblo habrá realizado sin duda
otra de sus aportaciones al progreso de la humanidad en su conjunto.
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