jueves, 28 de junio de 2012

EL SONIDO DE ATENAS

Evripidis and His Tragedies


Miqui Otero. Barcelona

Cuando Evripidis Sabatis, músico griego afincado en Barcelona, imaginó el título de su último disco, A healthy dose of pain (Snap! Clap!, 2011), seguramente se refería a una dosis tamaño chupito y no a un tsunami de “dolor saludable”.
 
En el último año, por elegir un ejemplo al azar, la tasa de suicidios ha aumentado en Grecia un 40% y, si bien Sabatis bautizó su banda como Evripidis & his tragedies y ama el pop de acordes menores con tendencia al melodrama, su amor por los estribillos luminosos y su preocupación por la deriva casi ruinosa de su ciudad de origen demuestran que el dolor que atraviesan ahora los suyos ni es beneficioso ni se le debería recetar a nadie.

“Cuando vuelvo a Grecia para tocar, veo que cada vez hay menos presupuesto. La primera vez llevaron a toda la banda. La segunda, pudimos ir sólo cinco. La tercera, no cubrimos gastos, así que dudo que en un futuro cercano volvamos en formato de grupo”, explica este trovador de pop polifónico y barroco, con canciones fantasiosas tapizadas con arreglos que son como el trencadís multicolor que usaba Gaudí, ídolo de este músico y una de las razones para que se mudara a la capital catalana. “La última vez actuamos en un centro cultural con un tejado precioso, bajo la luna y en pleno verano, pero vino poca gente. Por mucho que la entrada incluyera un cubata, mucha gente no quiso pagar. Un joven que pasa el mes con 700 euros no puede gastar 15 en un concierto. Aunque luego algunos pagan cuatro euros por un café”, apunta Sabatis.

Evripidis es una figura recurrente y querida en la escena barcelonesa desde hace tiempo. Brinda brillantes conciertos de versiones al piano de cola en halls de hotel, actuaciones intensas de girl group pop espídico en sótanos calurosos y recitales megalómanos y solemnes con más de diez personas en el escenario. Además, escribe libros ilustrados fantásticos (en la doble acepción del término) como El calamor y otros mitos de la intimidad (Morsa). Pero aunque ha encajado a la perfección en los círculos musicales españoles, su cabeza se fuga en un crucero a menudo a Atenas, en la que sigue pensando: “Cuando toco allí el público se emociona mucho con una canción que tengo en griego. Quizás porque es una visión nostálgica de una Atenas de hace 10 años, cuando éramos muy jóvenes y hedonistas y la vida allí era fácil y divertida”, recuerda Sabatis, “Cuando no te daba miedo salir a la calle tras el anochecer, cuando los barrios que ahora son zonas prohibidas eran nuestro escenario de juergas, cuando no se veía tanta miseria en la calle, gente durmiendo por todas las partes. Ahora incluso ves así a tipos con traje que acaban de perder la casa”. El cantante constata en sus viajes a casa de sus padres que en la capital griega hay, por ejemplo, muchísimos yonkis (“hay una calle peatonal entre la escuela politécnica y el Museo Nacional que parece un set de rodaje de Walking Dead”) y lamenta la espiral ultraderechista (“Antes, no había tantos suicidios y el racismo no estaba en éxtasis; el Amanecer Dorado era un chiste y no un partido con asientos en el Parlamento”).

En aquella otra ciudad que Evripidis se obstina en recordar para no temer lo peor, triunfaban los grupos de postpunk inspirados en Gang of Four con letras rabiosas y políticas. Pero también proliferaron pronto bandas de revival mod y los indie-kids disfrutaban de grupos en inglés como Pillow o Common Sense, con letras más íntimas y cotidianas: “Rockeros, mods, indies, ravers… todos compartían público y experiencia”. 
 

Años dorados en Atenas
Fue en aquella época, y a principios de los noventa, cuando Evripidis escuchó por primera vez algunos grupos españoles de Siesta y Elefant. Cuando tarareaba en un español imposible y aún no aprendido Como un aviador de Family o En bicicleta, de La Buena Vida. “Fue gracias a una discoteca que se llamaba Avant Garde y luego Plan B. Además, podías conseguir discos españoles en la tienda Vinyl Microstore y también otros de Pale Fountains o The Sundays. Nos educamos en sitios como esos”.

Si uno rescata artículos de diarios como The Guardian de los noventa e inicios del siglo XXI se pasma ante la cantidad de bandas y locales nocturnos que nacieron en esa época. Ese fue el caldo de cultivo de sellos nacidos en 2007 como Inner Ear Records (gestionado por el altruista dueño de una bodega de vino que pierde dinero con cada disco que edita) o con las bandas indies que hoy negocian como buenamente pueden con la crisis y el rescate.

Your Hand In Mine

Es el caso de Your Hand in Mine, un dúo formado por dos amigos de Tesalónica que se foguearon con una banda de postrock pero que hace un tiempo que se inspiran en cantantes de folk franceses, músicos callejeros, instrumentos acústicos y pop de cámara. “Durante el último mes, las elecciones han distraído a los grupos, claro. En nuestro caso nos preocupa una gran inestabilidad del futuro del país y de nuestra música, porque ambas cosas están ligadas. El momento más duro desde que todo esto empezó fue cuando nos dimos cuenta de que el modo en que la crisis afectaba a otra gente influía en nuestra visión de la música como algo prioritario, como una necesidad personal”, apuntan por correo electrónico. Y siguen: “Hay bandas que están apareciendo en medios o incluyendo estas problemáticas en sus letras. Otros quieren proteger lo sagrado de su música e intentan no contaminarse”.


 His Majesty The King Of Spain

Es el caso de otra banda ateniense His Majesty the King of Spain, que factura un pop amplio y de estructura simple, con mucho peso del blues y el folk más ácido. Este grupo, que se presenta con un nombre que conecta con nuestro país (un link más, como el rescate o esos etiquetados en portugués, griego y español de la cadena de supermercados de marca blanca), ha teloneado a cabezas de cartel como Jonathan Richman o Marc Almond, entre otros. Su líder, Nektarios Kouvaras, tiene claro cómo capitalizar artísticamente todo este desastre: “No creo que haya cambiado mucho el estilo de los grupos. Si hacían cosas alegres o deprimentes, lo seguirán haciendo. Eso sí, todos nosotros compartimos y debatimos nuestras opiniones políticas en internet, cada vez más. Como ciudadano griego me siento miserable y aterrorizado, pero esta energía negativa a menudo revierte en una inspiración necesaria”.

 My Wet Calvin

Escena local contra lucha local
Los miembros de My Wet Calvin, amantes del pop shoegaze desde que iniciaron su actividad en 2004, coincidiendo con los Juegos Olímpicos que allí se celebraron, van un poco más allá. Leo y Aris, que toman como influencia tanto a The Beach Boys como a The Field Mice o Notwist, opinan que “de momento los grupos comentan la situación política y financiera más en entrevistas que en sus letras, quizás debido a que la mayoría cantamos en inglés. Pero esto va a cambiar muy pronto”. ¿La razón? “Quizás antes luchábamos por sentirnos parte de un movimiento independiente global, pero todo eso queda ahora supeditado a la necesidad de sentirnos parte de una regeneración local de nuestro país”.

Si bien se trata de tres bandas que se cuentan entre lo más granado del indie griego, muchos de ellos comparten también la preocupación porque algunos dependen de unos trabajos que o han perdido o temen perder en breve. Por eso y por el debilitamiento de las muletas de las que se ayuda cualquier escena para echar a andar (un ejemplo podría ser el cierre reciente de una de las cadenas de discos más grandes del país). Sin embargo, todos los grupos entrevistados coinciden en que ha sido el negocio con una vocación monetaria pura y dura el que se ha visto totalmente arruinado. “En este periodo de transición, aquellos que no tienen nada que perder, que aman la música, las almas románticas en general, podrán de algún modo reinventar el escenario”, apuntan Your Hand in Mind. Kouvaras incide en esa idea: “La gente ha dejado de ir a los grandes conciertos de pop masivo, que, vete a saber por qué, mantienen unos precios de locura. Sin embargo, en un circuito más underground de precios bajos o de gratuidad, la cosa puede mantenerse con una economía casi de guerra”. My Wet Calvin se saben afortunados, pero son de la misma opinión: “Nuestra banda tiene mucha suerte de ver cómo todo sale como lo imaginó. Pero el sector de la música ha sido de los primeros en colapsarse. Aun así, el pop de independiente y de guerrilla aún sobrevive”.


Antídoto contra el miedo
Todos insisten en que Grecia votó con miedo en las últimas elecciones. Your Hand in Mind: “Ha habido una explosión enorme de propaganda para perjudicar a los nuevos partidos griegos de izquierda. La gente tenía mucho miedo y esta campaña venía tanto de los medios nacionales como de los internacionales. No podemos tolerar que a la gente se le arrebate la libertad para decidir y para la memoria”. “Nuestro país bascula entre las deudas internacionales y la necesidad de regenerar nuestras mentalidades y estructuras corruptas. Francamente, las últimas elecciones confirman que cada país tiene los políticos que se merece”, lamentan My Wet Calvin.

Aunque todas las bandas estén nadando por las cenizas de los puentes que quemaron sus políticos y los especuladores financieros, su mensaje quiere ser optimista en lo musical. Citan mil bandas cuando se les pregunta (The Boy, Sancho, Felizol, Baby Guru y muchas más).
Nadie le ha dado a su país el hilo de Ariadna con el que Teseo encontró la salida del laberinto en la obra de Evripidis (no el músico griego-catalán, sino el socio de Esquilo y Sófocles en eso de la dramaturgia griega). De hecho, ni siquiera saben cómo matar al minotauro de la crisis. Pero Your Hand in Mine tienen una idea para soportar mejor estos días grises para los que nadie sabe señalar una puerta de salida: “Nos gustaría enfatizar y proponer bandas que responden a todo esto con una pasión artística pura, que dan conciertos como si no hubiera mañana. Necesitamos algo de inocencia infantil y pura, venga del género que venga. Te proponemos una canción: Choirs, de My Wet Calvin”.