Antonio Martínez Mengual con el Partenón a sus espaldas
Antonio Martínez Mengual, pintor filoheleno nacido en Murcia, nos
presenta su obra (inspirada en gran parte en la naturaleza, la mitología y la
poesía griegas) y nos cuenta de sus andanzas por Grecia, y de su visión del
arte y de la vida desde la experiencia que le confiere la etapa de madurez que
vive en estos momentos.
─
Usted se define como pintor autodidacta. Háblenos de sus comienzos en el mundo
del arte. ¿Qué pintores tenía como referencia en aquella época?
─ Así es, decimos
autodidacta a la persona que no ha desarrollado el comienzo o el aprendizaje de
su trabajo de forma académica, y ese es mi caso. Ante la imposibilidad de
hacerlo, tuve que optar por el aprendizaje de forma más abierta y por otros
caminos, que fueron la admiración por unos pintores, la necesidad de expresarme
con el uso del color y de las formas, y mi irrenunciable interés por ver las
obras de arte en vivo. Creo que
admirar un cuadro o una obra de arte directamente, produce una serie de
emociones y de descubrimientos que te
hacen ser distinto y crecer en tu interior. Ese es para mí el verdadero sentimiento
del arte.
Ahora, afortunadamente, eso
ya casi no ocurre. Las Escuelas y Facultades de Bellas Artes forman parte de
los planes educativos y están abiertas a la enseñanza con los materiales más
tradicionales y también con las nuevas herramientas y medios que se han desarrollado.
El tiempo y el trabajo han abierto muchas posibilidades con todos estos elementos
y el fácil intercambio de ideas forma un horizonte muy importante a los nuevos
y jóvenes creadores. Pero también quiero añadir que es muy necesario sentir
cada día la emoción del niño al que han regalado una pequeña caja de colores
cuando consigue su primer aprobado y descubre que es capaz de representar su
mundo con esos sencillos lápices. Sin esta íntima emoción los trabajos pueden
quedar peligrosamente vacíos.
No es fácil elegir a unos
pocos pintores de entre los que admiro. Cuando quieres aprender piensas en
muchos, y de todos puedes sacar buenas enseñanzas, pero de aquellos momentos,
fueron dos a los que quiero destacar: un español, Joaquín Sorolla, y un francés,
Claude Monet, maestros de tantos y tantos artistas. En ellos reconozco a mis abuelos pictóricos. La pincelada, la
investigación de los colores para representar la luz y los temas de la
naturaleza fueron un gran referente para mí y me ayudaron mucho. Quizás podría
añadir alguno más, pero dejémoslo aquí
por ser la primera respuesta.
─
En cuanto a los medios y las técnicas que utiliza, ¿con cuál de ellos se siente
más cómodo? ¿Ηan
cambiado sus preferencias a lo largo del tiempo?
─ Los medios que uso son los
clásicos con sus técnicas correspondientes. La llegada de nuevos materiales, como
los acrílicos, ha ofrecido nuevas y buenas posibilidades de ampliar la
realización de un trabajo, aunque uso por igual papeles artesanales y orientales,
madera, lienzo, etc.
Me gusta mucho investigarlos,
hacer técnicas mixtas y probar nuevas herramientas. A veces he preparado mis
propios pinceles con hojas, ramas, telas deshiladas... y busco resultados con
ellos. Los últimos trabajos los vengo realizando con esponjas y colores muy
líquidos. Son como grandes acuarelas sobre lienzo o papeles muy grandes. Me
siento muy cómodo con cualquiera de ellos, porque mi proceso de trabajo es
largo y los voy usando según los necesito como medios de expresión en cada
momento de su desarrollo.
Me explicaré: si tuviera que
dividir el proceso de mis trabajos lo podría hacer en tres partes
fundamentales. La primera es la toma de contacto con el tema, sea cual sea, y
es muy importante porque supone mi sensibilización ante el trabajo y el origen
de las emociones que después irán aflorando. Durante este espacio de tiempo
elaboro dibujos figurativos que me ayudan a definir las emociones y limitar el
tema, también uso la fotografía digital (¡qué gran invento!). La segunda parte
consiste en centrar las ideas y en ella uso cualquier material o técnica; puede
ser dibujo con carbón sobre papel, acuarelas, óleos, serigrafía, técnicas
mixtas, etc. Este tiempo suele ser más largo, pero también el más intenso, el
más imaginativo, el más estimulante, el más personal, y durante el cual hago
mío el tema elegido. Podemos decir que en esta fase todo vale pero… no todo funciona, porque al final hay que llegar
a conclusiones. Y por último, la tercera parte sería a partir de esas
conclusiones decidir y seleccionar las ideas y materiales para el trabajo final
que será o no una exposición, pero que de cualquier forma me ha servido de mucho
y ya forma parte de mi trabajo.
Este pequeño esquema, dicho
así, parece sencillo pero no lo es, porque los propios trabajos también van
creciendo por sí mismos y te demandan atención e interés para ellos, así que no
resulta nada fácil en determinados momentos continuar por uno u otro de esos caminos.
Mi solución ante esta situación la he
planteado de dos formas que se complementan entre sí. Trabajo en series
sin limitarme las ideas ni los trabajos, y algo muy importante: dudo. Dudar nos
puede ayudar mucho en determinados trabajos, y no solo en este terreno
artístico.
Como puede ver, mis
preferencias no han cambiado con el tiempo. Todos los materiales o técnicas son
bienvenidos porque todos son herramientas de expresión. Otra cosa es saber
acertar en su uso.
─
Hablemos ahora del color. En algunas de sus series temáticas parece haber un
color predominante. Personalmente, tengo la sensación de que trabaja usted con su
propia simbología personal del color.
¿Es así?
─ Creo que sí. A veces es de
una forma razonada pero otras no tanto. Y no
encuentro otra respuesta cuando me lo pregunto a mí mismo, sino que eso
sucede porque durante el proceso de los trabajos, que ya le he comentado, las
obras van tomando su propia estructura, su propio color. En esos momentos ya la
mano se dirige al color o colores de una forma serena, está segura de haber
encontrado su medio de expresión en él, y yo la dejo libremente seguir su
camino. Entonces es como la música, vuela invisible en el aire para acompañarnos, y así ese color toma las formas
para ayudarnos a ser lo que sentimos
y queremos, para poder plasmarlo en el cuadro.
No es fácil explicar esa sensación
que me ocurre con frecuencia llegado a esta fase de los trabajos. Sería como pintar
al dictado de la emoción y sentir ahora lo que te emocionó entonces, en aquella
primera fase del trabajo: un color, una luz, una palabra, un paisaje, una
persona, un sueño… y poder hacerlo realidad a tu manera y con tu lenguaje. Trabajando
así es lógico que aparezca la simbología personal con el color por la que me pregunta
y que, ciertamente, existe.
Quiero añadir algo más en esta interesante
pregunta sobre el color. Y es nombrarle ahora dos maestros a los que admiro
mucho con el uso de este elemento: Henri Matisse y Pablo R. Picasso. Admiro a
ambos su libertad para usarlo, aunque con Picasso mi admiración se amplía mucho
más por su continua renovación en las formas. Recuerdo muy bien la primera y
emocionada vez que vi el Guernica, cuando aún estaba en el MOMA de Nueva York.
Me temblaron las piernas de emoción, y ahora, cuando lo vuelvo a ver, es como
un viejo amigo que te pregunta por tus cosas y al que puedes confesar tus
anhelos y tus fracasos. Un buen amigo y compañero de viaje.
─
A pesar de que su obra parece estar totalmente liberada de cualquier compromiso
con la figura, los trazos de color a veces parecen ir a la búsqueda de una
forma que les otorgue vida. En concreto, me llama la atención la presencia casi
constante en sus obras de formas vegetales (flores, ramas de olivo, hojas,
árboles, etc.) ¿Puede hablarnos un poco sobre ello?
─ Bien, sin querer entrar
mucho en conceptos filosóficos, creo que
hay algo de panteísta en bastantes de mis trabajos.
En realidad, así como antes
he podido dividir en tres las fases de los trabajos, ahora puedo nombrar los
tres elementos básicos en el origen de ellos y sobre los que descansan todas
mis obras: La Naturaleza (el paisaje que nos rodea y del que nosotros mismos
formamos parte), la Mitología (el mundo imaginado y soñado) y la Poesía (la
palabra, como el mayor de los logros conseguidos por esta supuesta especie
humana). Como puede usted ver, las cosas se pueden ir complicando y ampliando
en cada una de estas tres columnas hasta que deseemos. Ciertamente, la creación
no es sencilla.
Aquí está contenida la
respuesta a su pregunta; las referencias a la naturaleza lo son también al paisaje
que nos rodea. Cabe preguntarse cuándo está terminada una de estas obras. Y mi
particular respuesta es: cuando nosotros somos o nos sentimos parte de ese
paisaje. De esta manera, las referencias a las formas orgánicas a las que nos
referimos pueden tener una lectura no solo como símbolos aislados sino como
representación de nosotros mismos.
Martínez Mengual pintando en el balcón de su hotel en Delfos
─
Uno de sus temas centrales es el viaje o, mejor dicho, los recuerdos que ha ido
acumulando en cada uno de sus viajes. ¿Cómo atrapa esos recuerdos? ¿Toma
apuntes en cada lugar, realiza fotografías, adquiere objetos y luego lo
desarrolla todo en su estudio? ¿Cree que cada uno de esos viajes finaliza sólo
cuando ha logrado plasmarlo sobre el lienzo?
─ Cuando dispongo de tiempo
me gusta hacer apuntes en los lugares, siempre permanecen referencias muy
interesantes en esos dibujos. Tengo muchos libros de apuntes y me gusta volver
a verlos cuando ha pasado un tiempo. A veces los retoco o termino de darles
color en el estudio. Como esta posibilidad no ocurre con la frecuencia que a mí
me gustaría, entonces tomo fotografías. Antes, con la cámara analógica hacía
diapositivas, y ahora con la digital hago toda clase de locuras con las que disfruto a la vuelta. Me gusta la fotografía
mucho.
Cuando puedo, compro algún
recuerdo, normalmente artesanal o artístico, que tenga algún color o algún
material especial de ese lugar en el que he estado; las texturas también son
sensaciones a recordar. La excepción la hago en Atenas, allí me gusta comprar
tarjetas postales antiguas en donde aparezca la Acrópolis. Me interesa mucho
esa imagen tan repetida y a la vez tan distinta en cada época. Imagine usted que
todas las personas que hemos estado en la Acrópolis escribiéramos cuál fue nuestra
primera impresión, tendríamos un libro de visitas mágico.
También me gusta ver
amanecer en esos lugares, así que con el tiempo se ha ido haciendo una pequeña
colección de amaneceres. Es un momento único que me entusiasma para todo el resto
del día. ¿Ha visto usted cómo se forman
las sombras de las columnas del Partenón cuando el sol comienza a iluminarlas? No
se lo pierda. ¿Ha visto cómo la luz modela las esculturas del gran salón en el
nuevo y maravilloso Museo de la Acrópolis? No se lo pierda, es el mejor museo
del mundo. Allí paso horas mirando cómo a cada hora las esculturas van siendo
envueltas por la luz.
Aunque físicamente todos los
viajes terminan, pienso que al regreso de ellos tenemos en nosotros un nuevo
mapa, una nueva cartografía, fruto de esa nueva experiencia que nos hace
distintos, de manera que ese viaje no termina aún cuando he trabajado sobre sus
imágenes y recuerdos. Todavía somos un poco nómadas y crecemos con los viajes o
dicho en las hermosas palabras de Cavafis…
Pide
que el camino sea largo.
Que
sean muchas las mañanas de verano
en
que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos […].
─
Y llegamos a la Poesía. Ha ilustrado obras de grandes poetas como Pessoa,
Cernuda, Brines… Este último, en concreto, escribió algo tan hermoso como que
usted no ilustraba, sino que se revelaba a sí mismo en cada ilustración.
Háblenos sobre su relación como pintor con la Poesía y los poetas. ¿Siente una
mayor inquietud o limitación cuando tiene que interpretar un poema?
─ Las palabras, los poemas,
son pequeñas joyas que todos podemos y debemos llevar puestas para que nuestras
vidas puedan ser un poco más sensatas. Cuando trabajo poemas o palabras que
pueden sugerirme imágenes, lo hago con el mayor respeto pero también con la
mayor libertad, pues de otra forma no sería yo mismo y en el trabajo quedaría
reflejado. Creo que ese puede ser el sentido de las palabras que con tanto afecto
me dedicó el poeta Francisco Brines.
En 1987 me regalaron su
libro El otoño de las rosas y fue una
especie de conmoción para mí. Trabajé casi dos años sobre ese libro, y en 1989
me propuse hacer una exposición con parte de esos trabajos. Como quería usar
sus poemas junto a algunos de esos cuadros, era necesario tener su permiso. También
me hacía ilusión poder comentar con él toda esta experiencia. Así lo hice,
busqué el modo de conectar con él y quedamos en Madrid para hacerlo. Yo iba un
poco tenso pensando que podría ser una persona distante, exigente y crítica,
pero, afortunadamente, fue todo lo contrario: interesado, amigable y muy
generoso conmigo y mi trabajo. Desde entonces tengo la suerte de ser amigo suyo.
Vino a ver la exposición y después hemos coincidido en varias ocasiones en las
que he podido disfrutar de sus conversaciones. En 2003 pude hacer un hermoso libro
de bibliofilia sobre una antología de su obra acompañada por veinte serigrafías
mías, que recibió el Premio Nacional de Bibliofilia del Ministerio de Cultura
en 2004, y así he podido corresponder a su generosa amistad. El título del
libro lo tomé de uno de sus versos: La
iluminada rosa negra.
Antonio Machado, Federico
García Lorca, Luís Cernuda, Fernando Pessoa, Constantino Cavafis, Yorgos
Seferis, Odysseas Elytis, Yannis Ritsos, son poetas a los que admiro y he
trabajado con algunos de sus poemas. Ahora trato de buscar más poemas de Kikí
Dimula, pero creo que tengo el único libro en castellano que se ha traducido de
sus obras. Quiero aprender más sobre literatura y poesía griega para unirla a
mi próximo proyecto en el que estoy comenzando ahora. La poesía forma una parte
importante de mi vida.
─
Recuerdos de Grecia, Fatum, Odisea. Canto
XXV, Odysseus, Ear son los títulos de algunas de sus exposiciones que dan fe
de la importancia que Grecia –ya sea a través de su mitología, sus paisajes o
sus poetas– ha tenido para usted durante toda su carrera. ¿Qué es Grecia para
usted? Háblenos también de su primer contacto con ese país al que viaja con
relativa frecuencia.
─ En julio de 1979, aprovechando
mis vacaciones, me uní a un reducido grupo de personas que de forma casi autogestionada
(eran otros tiempos) organizaba un viaje desde Cartagena a Estambul. Más de
veinte días en autobús y barco. Desde luego que estos viajes no se pueden hacer
a cualquier edad, pero éste no solo tuvo la atracción de la aventura sino un
carácter iniciático, sin ser yo consciente
de esto.
Una de las etapas era viajar
en barco desde Bari a Patras, a donde llegamos ya anocheciendo. Hacía mucho
calor y en la noche me levanté para abrir el gran balcón del destartalado hotel.
Al abrirlo, bajo el mismo balcón, una gran parra iluminada solamente por una
débil bombilla, el suave murmullo del mar tan próximo y el silencio de las
estrellas me dieron la bienvenida al sagrado suelo de Grecia. Y desde entonces
yo soy su enamorado y Grecia mi amor. Soy un romántico incurable.
También de aquel viaje
guardo el gran impacto de ver y estar por primera vez ante la Acrópolis. Las
imágenes de los libros de arte fueron arrasadas en un segundo ante su visión, y
solo alcancé a preguntarme: ¿Qué clase de pueblo ha sido capaz de crear tanta
belleza? Esta pregunta sigue sin respuesta.
Ya sé que cuesta creerlo,
pero así fue como comenzó mi admiración por toda la cultura griega y su gran herencia
en toda la cultura de Occidente. Por este motivo he trabajado mucho para poder
conocerla mejor y saber valorarla con todos sus méritos. Las exposiciones
fueron frutos de viajes posteriores o de lecturas, y aún no he perdido la
esperanza de hacer una edición de La
Odisea con ilustraciones mías, aunque los tiempos no están para muchas
alegrías. Es un libro que me ha acompañado en muchos momentos.
Si me permite, más que
hablar del pasado y de las exposiciones realizadas, me gustaría comentarle un
próximo trabajo que quiero hacer y que lleva tiempo rondando por mi cabeza. Lo
he titulado Este mar azul. Se trata
de mi particular homenaje a esa cultura,
y con el que quiero pagarle mi tributo.
Aún es pronto para hablar sobre esto, pero quiero aprovechar su pregunta para
hacer una, a mí vez, a los amigos y lectores: ¿Cuales son las medidas
interiores, aproximadas, del edifico que llamamos Pinacoteca en los Propileos? No las he encontrado, y seguro que
algún amigo en Atenas nos las puede facilitar. La idea sería trabajar para
rehacer, de forma figurada y muy personal, aquel espacio que, si no estoy mal
informado, es la primera pinacoteca de la historia.
─
¿Qué lugares de Grecia le han impactado más? ¿Tiene algún lugar o paisaje
preferido? ¿Guarda algún recuerdo especial o alguna anécdota?
─ ¿No tiene usted una
pregunta más difícil para mí? [risas] Hay demasiados lugares para responder a
esta pregunta y no sabría cuál elegir, pero si me preguntara usted dónde me
gustaría vivir en Grecia, de los lugares que conozco, tengo una fácil
respuesta: Delfos.
Desde la primera y
calurosísima visita ese lugar y ese paisaje me engancharon, y aunque había
regresado en breves visitas, en septiembre de 2004 conseguí estar allí y pintar
durante una semana completa. Sencillamente… fui feliz. Pienso que es un lugar
magnético y espero poder volver algún día a ver su fantástico museo, sus laderas
plateadas de olivos grises y verdes, sus montañas, sus sonidos, sus tormentas,
sus olores, sus puestas de sol. Es un
lugar único.
Y ya que me pregunta por
alguna anécdota, le puedo contar una que me sucedió allí: Durante las mañanas
de aquellos días dedicaba unas horas para dibujar en la parte más próxima al tholos. Cuando entraba, saludaba con un
gesto al vigilante y me ponía en un lugar apartado para no molestar durante las
visitas turísticas que llegaban. El señor al principio me miró medio
sorprendido y medio vigilante, pero me dejó trabajar con toda tranquilidad esas
horas. Era una persona muy responsable y sabía hacer su trabajo. Al final de la
última mañana me despedí de él con un gesto muy claro de que ya no volvería por
allí, entonces él me dijo que esperara un momento… fue a un olivo y cortó una
pequeña ramita que me dio como recuerdo de aquella tierra y de aquellos
maravillosos días. Desde entonces ha estado en mi estudio y cuando se secó la
enmarqué para que continuara siendo mi mayor tesoro.
─ Sé que es un gran admirador del
recientemente desaparecido cineasta griego Theo Anguelópulos. ¿Qué conoce de la
cultura griega contemporánea? (Pintura, cine, teatro, música, etc.)
─ ¡Oh, qué terrible noticia,
qué pérdida tan irreparable! Todos somos más huérfanos ahora. Supe la noticia a
través del blog La Pasión Griega. Esa noche estaba desvelado y ya era tarde. Cuando
la leí no lo creía, pensé en enviar un correo a los amigos en Atenas, pero ya
ellos me habían enviado uno de madrugada confirmando la desgraciada y absurda
muerte de este hombre del que tanto he aprendido sobre Grecia, sobre el cine y
sobre el arte. Fue demoledor y todavía cuando lo pienso no lo creo, me invade
una gran tristeza pensar que ya no podremos ver nuevas películas suyas.
Descubrí su cine en los años
ochenta. Por entonces en la televisión española pusieron una serie de programas
dedicados a las capitales europeas, y cada
capítulo estaba dirigido por un director del país correspondiente. En
Atenas fue Theo, lo recuerdo muy bien. Ahora que he conseguido toda su
filmografía, cuando voy a Atenas busco ese programa pero no lo he conseguido
encontrar ni sé si está editado en algún Dvd especial. Espero que sea editado
en su memoria. No he tenido noticias de su entierro, pero supongo que habrá tenido
el homenaje que merece.
Soy un gran admirador de su
cine, del lirismo de sus imágenes, de los espacios y paisajes que ha usado
porque todo su trabajo rebosa talento y creación. También me descubrió la
música de Eleni Karaindrou que me ha acompañado durante horas y horas mientras
trabajo, y ahora… todo se desvanece sin un motivo justificado, es demasiado
doloroso e injusto. ¡Muchas gracias y feliz viaje, señor Anguelópulos! Usted ya
está en la Eternidad.
Sé poco de la cultura griega
contemporánea, o al menos quiero saber mucho más, porque en lo que conozco veo
mucho talento y eso me anima a seguir. Creo que ya llego tarde para aprender
griego pero estoy tratando de aprender algo y, a pesar de la gran paciencia y
sabiduría de la profesora, mis pocas neuronas vivas no dan para mucho. Cuestión
de insistir razonablemente. Soy más de descubrir que de aprender.
De los artistas plásticos es
de los que menos sé, porque como única referencia tengo las galerías y artistas
que expusieron en la feria de ARCO de Madrid hace unos pocos años. He de
aprender y saber quiénes son y qué hacen. Tengo un hermoso libro y catálogo de
Yannis Tsarujis que compré hace dos años en el Museo Benaki. Pero ya le digo
que de los contemporáneos me falta información.
El destino y la suerte han guiado mis pasos en
estos últimos viajes y en ellos he podido conocer a personas muy interesantes,
algunos ya de reconocido prestigio y otros que comienzan a trabajar con buenos
resultados y muchas ganas. Tuve la oportunidad de asistir a una fantástica representación
en el Teatro Nacional de una obra barroca francesa bajo la dirección de
Dimitris Mavrikios y con la puesta en escena de Dimitris Polijroniadis, a los
que más tarde tuve la suerte de conocer personalmente cuando me los presentó el
joven fotógrafo y director de cine Mijalis Dalanikas. Aquella representación
fue fantástica. Ha sido un gran regalo del destino y un honor conocer a estas
personas a las que desde aquí envío un fuerte abrazo con mi amistad y a las que
espero volver a ver pronto, porque les he prometido ir a ver uno de sus nuevos
montajes. Quizás este verano, en Epidauro, podamos tomarnos un café frappé y celebrarlo.
En julio del año pasado fue
mi último viaje a Atenas. Me había prometido no volver más en verano, ahora que
puedo disponer de mi tiempo. Las visitas en mayo o en otoño han resultado más
soportables y hay mejor luz. Pero leí que el 14 de julio se interpretaba la
segunda sinfonía de G. Mahler dentro del Festival de Atenas y Epidauro, y todo
cambió de repente. He de confesarle que esta sinfonía para mí es más que
especial, no porque yo sea un gran entendido
en la música clásica, sino porque ha sido mi compañía durante años en el
trabajo y me ha despertado tantas emociones que al saber que el concierto era
en el Teatro de Herodes, a donde no había podido asistir a ninguna
representación, no lo pensé mucho y, como decimos en España, maté dos pájaros de un tiro. Fue tan
emocionante que no tengo palabras para comentar aquella tarde y noche… más que
un sueño.
También me gusta mucho la
música folklórica griega y quiero conocerla mejor. Cuando entro a la tienda de
Metrópolis les pido a mis amigos que no me dejen estar allí más de quince
minutos, porque sería mi ruina total.
─ ¿Cree que griegos y españoles nos parecemos tanto como se suele decir?
─ Pues pienso que las
personas somos poliédricas y que según cómo se nos mire seremos más o menos
parecidos, pero lo que sí tengo claro es que en Grecia yo estoy muy cómodo (salvo
cruzando las calles) y me siento como en casa, lo que no me ocurre en ningún
otro lugar. De esto deduzco que algo de semejantes tenemos, quizás el Mediterráneo,
quizás la historia, quizás nuestro justificado inconformismo, quizás nuestras
mochilas llenas de sueños por realizar son un denominador común que nos hace
parecidos y muy próximos.
El pintor en una de sus múltiples visitas a los museos griegos
─ ¿Qué opina sobre la llamada crisis
griega?
─ Esperaba y temía esta
pregunta desde el principio. La esperaba porque está más que justificada y la
temía porque es posible que mi respuesta pueda molestar algunas sensibilidades,
pero ya me creo en una edad que no tengo por qué callar, así que le agradezco
la pregunta y la respondo encantado.
Verá, pienso que a muchas
ciudadanas y ciudadanos de la supuesta Unión Europea nos han robado la cartera.
Digo el verbo robar en el más turbio
de sus significados y además… ningún ladrón está en la cárcel. Esto me lleva a
confirmar que Bruselas no sirve para nada. Mantenemos una clase política y
financiera mediocre y corrupta cuyo único dios es el dinero y unidas con el fin
de hacer esclavos ignorantes en lugar de ciudadanos dignos. Hemos de aprender a
no creer en los que hablan tanto y saber dilucidar bien entre tantos inútiles personajes
por sentido común y por autodefensa.
¿Qué podemos hacer? Como en
el caso del robo de la cartera, ya hemos pasado las fases de sorpresa, de
justísima indignación y ahora nos quedan dos más: ver nuestra realidad y los
medios con los que podemos contar y
generar con ellos soluciones imaginativas que nos devuelvan la ilusión
por el trabajo y otros valores más humanos. No veo una solución fácil, porque
esta crisis es larga y pienso que irreversible en muchos casos, así que generará
cambios sociales duros que tendremos que pagar los de siempre.
Como puede ver usted, no le
hablo solo de crisis griega, porque
creo que todos estamos afectados por esta clase de guerra sucia y vergonzosa.
Quizás Grecia sea la más afectada por que los tiburones invisibles la eligieron para el experimento que les ha
resultado un éxito, pero creo que afecta a todos. Estuve con los indignados de mi ciudad y en
julio pasado estuve también en Sintagma.
─ Conviértase ahora en embajador de su tierra murciana y ofrezca a los
amigos griegos unas cuantas razones por las que deberían visitar la Región de
Murcia.
─ [Risas] ¡Vender algo a un
griego es muy complicado! Ellos son muy buenos vendedores y creo que prefieren
las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla… para conocer. Así que
mejor que invitarles a que la descubran, solo me voy a permitir recomendarles unos
cuantos lugares y fechas que desde luego están muy lejos de la llamada temporada turística. ¿Cómo vender unas
vacaciones de playa a un griego? Parece un chiste.
Bueno, ya en serio, creo que
mi tierra tiene algunos lugares muy particulares y que merece la pena visitar.
Y aunque las playas son buenas, prefiero recomendarles otros lugares en fechas
muy especiales. Podemos decir que sería una oferta de turismo alternativo.
Uno es el Mar Menor durante
el mes de enero. Se trata casi de una laguna junto al mar Mediterráneo en la
que durante los días de enero se produce la calma total y genera imágenes de
quietud hermosísimas, con colores increíbles de sus aguas de gran salinidad.
Otro es el llamado Valle de Ricote en primavera. En esta tierra la primavera es
corta pero explosiva. Caminar entre las plantaciones de naranjos y frutales en
flor con ese perfume produce una maravillosa y embriagadora sensación. Para
terminar esta visita les invitaría a ver algún museo de mi ciudad, Murcia, muy
especialmente el de Escultura Religiosa de Francisco Salzillo, lleno de
hermosas y coloristas esculturas barrocas. Como sería en primavera, nos
podríamos emborrachar durante las fiestas populares de la ciudad y seguro que
lo pasarían muy bien. En el otoño
iríamos a tomar un caldero de arroz y
pescado a Cartagena y ver su zona arqueológica con el teatro romano… En fin,
hay muchos más lugares y en cualquiera de ellos tenga la seguridad de que siempre
serían bien recibidos. Es una tierra hospitalaria.
─ Muchas gracias por el tiempo que nos ha dedicado y por compartir tan
amablemente con nuestros lectores sus experiencias personales y profesionales
tan unidas, muchas de ellas, a Grecia. ¡Que le vaya muy bien!
─ Le agradezco a usted, muy
sinceramente, todas estas interesantes preguntas que tantos y buenos recuerdos
me han traído y el interés por mis trabajos. Espero que las respuestas puedan
interesar a los amigos y lectores de Ispania.gr y a los de La Pasión Griega, mediante
los que seguiremos en contacto. Muchas gracias por todo y deseo que nos
volvamos a ver pronto por aquí o por Atenas. Un fuerte abrazo… τα λέμε!
Algunos apuntes biográficos
Antonio Martínez Mengual
nace en Murcia y, desde muy pequeño, en el seno de su familia, comienza a oír
hablar de pintura y del pintor Pedro Flores, hermano de su abuela materna, a
quien conoce y con el que convive cuando se traslada desde París a Murcia para
pintar los frescos del Santuario de la Fuensanta.
Se inicia con colectivos de
artistas en los años 60 y forma parte de la primera muestra de Contraparada, Arte en Murcia con el
grupo 15+1, con el que ha estado siempre presente en los eventos de interés
artístico que conforman «lo mejor del arte actual de la Región de Murcia.»
Su carrera comienza con su
primera exposición en 1975 en la Galería Ankara de Murcia titulada Dibujos a tinta china, pero es a partir
de 1981 cuando su obra se da a conocer en galerías y ferias como Arteder en Bilbao o ARCO en Madrid,
donde acude en 1985, 1986 y 1987 con la Galería Chys. Paralelamente, comienza
sus trabajos con el grupo de arte SPYRAL.
Tras otras exposiciones, en
1989 conoce al poeta Francisco Brines y prepara una muestra sobre su obra
poética bajo el nombre de El otoño de las
rosas que se exhibe en el Palacio del Almudí y que «abre un punto de
inflexión en su forma de trabajar, con la poesía como nueva fuente de creación»,
según el Consistorio.
En 1991 expone Recuerdos de Grecia en la Sala
Convalecencia de la Universidad de Murcia.
En 1992 representa a la
Región de Murcia en la Exposición Universal de Sevilla con Odisea. Canto XXV.
Εn
1997 expone en Chicago (Estados Unidos), en 1998 en Francia y un año más tarde
viaja a la Bienal de Arte de Florencia (Italia).
En 2003 presenta la
exposición Odysseus en la Casa Díaz
Cassou de Murcia.
En 2004 ilustra el libro La iluminada rosa negra, una selección
de poemas de Brines, con el que consigue el primer premio del Ministerio de
Cultura al libro mejor editado.
Además, Martínez Mengual ha
ilustrado libros, como los editados por la Fundación Cajamurcia y la editorial
Darana La laguna mágica y Caravaca, tierra de luz, así como programas
de mano de los ciclos organizados por la Universidad de Murcia en colaboración
con la Fundación Cajamurcia.
Su última exposición dedicada
a Grecia llevaba por título Ear/Primavera
y fue presentada en Murcia entre los meses de febrero y marzo de 2011.
Entrevista: Emmanuel Vinader
Entrevista compartida con ispania.gr
Pueden leer esta entrevista en griego en ispania.gr
Más sobre Antonio Martínez Mengual en La Pasión Griega: