miércoles, 30 de marzo de 2011

LOS PONDIOS: UN PUEBLO SIN PATRIA (I)


1.- INTRODUCCIÓN




Hoy me propongo escribir sobre los griegos del Ponto o griegos pónticos, aunque prefiero utilizar el término “pondios” porque así se pronuncia en griego moderno. Se trata de un pueblo helénico del que, hasta hace algunos años, lo único que yo conocía eran los 'típicos' chistes que me contaban amigos griegos, en los que los pondios aparecían retratados como personas simples y de pocas luces (más o menos como tuvieron que sufrir los ciudadanos de Lepe en nuestros 'típicos' chistes españoles). Entonces yo no sabía quiénes eran estos pondios ni por qué les habían adjudicado ese papel.


Fue muchos años después, cuando, a través de los bailes tradicionales, me interesé por su dramática historia y por su lengua (entonces ininteligible para mí, a pesar de conocer bien el griego moderno). Y, simplemente, me "enamoré" de su cultura.


Para comentar mi primer contacto con la cultura pondia tengo que remontarme a mi último año en la facultad, estudiando filología clásica, cuando elegí como optativa la asignatura de Griego Moderno. Una elección que, por cierto, cambió literalmente mi vida. Mi primera lectura en griego moderno fue un libro de poemas de Kavafis, entre los que se encontraba el siguiente, que lloraba la conmovedora historia del "cantar de Trebisonda*, en su extraño lenguaje... ¡Ay de nosotros, ay de nosotros, fue tomada nuestra Roma!» ". Pero entonces yo no me percaté de que la "Roma" de la que hablaba Kavafis ¡era el Ponto! y de que "el extraño lenguaje" era el pondio.


* [Trebisonda (Τραπεζούντα para los griegos, Trabzon en turco) es tristemente conocida en nuestro país porque fue allí donde se estrelló el Yak-42 hace siete años.]


Este es el poema completo:


Πάρθεν

Aυτές τες μέρες διάβαζα δημοτικά τραγούδια,
για τ' άθλα των κλεφτών και τους πολέμους,
πράγματα συμπαθητικά· δικά μας, Γραικικά.

Διάβαζα και τα πένθιμα για τον χαμό της Πόλης
«Πήραν την Πόλη, πήραν την· πήραν την Σαλονίκη».

Και την Φωνή που εκεί που οι δυο εψέλναν,
«ζερβά ο βασιλιάς, δεξιά ο πατριάρχης»,
ακούσθηκε κ' είπε να πάψουν πια
«πάψτε παπάδες τα χαρτιά και κλείστε τα βαγγέλια»
πήραν την Πόλη, πήραν την· πήραν την Σαλονίκη.


Όμως απ' τ' άλλα πιο πολύ με άγγιξε το άσμα
το Τραπεζούντιον με την παράξενή του γλώσσα
και με την λύπη των Γραικών των μακρινών εκείνων
που ίσως όλο πίστευαν που θα σωθούμε ακόμη.

Μα αλίμονον μοιραίον πουλί «απαί την Πόλην έρται»
με στο «φτερούλν' αθε χαρτίν περιγραμμένον
κι ουδέ στην άμπελον κονεύ' μηδέ στο περιβόλι
επήγεν και εκόνεψεν στου κυπαρίσ' την ρίζαν».

Οι αρχιερείς δεν δύνανται (ή δεν θέλουν) να διαβάσουν
«Χέρας υιός Γιανίκας έν» αυτός το παίρνει το χαρτί,
και το διαβάζει κι ολοφύρεται.
«Σίτ' αναγνώθ' σίτ' ανακλαίγ' σίτ' ανακρούγ' την κάρδιαν.
Ν' αοιλλή εμάς, να βάι εμάς, η Pωμανία πάρθεν.»


Tuvieron que pasar muchos años para que pudiese comprender realmente el significado de sus palabras, a pesar de haber leído entonces la estupenda traducción de Pedro Bádenas de la Peña:


FUE TOMADA
(Marzo 1921)
Leía yo estos días canciones populares,
de las hazañas de los cleftes y las guerras,
simpáticas historias; nuestras, griegas.

Leía también las del llanto por la caída de la Ciudad:
«Tomaron la Ciudad, tomáronla; tomaron ya Salónica.»
Y aquella Voz en que dos salmodian:
«a la siniestra el rey, a la diestra el patriarca»,
también se escuchó la que pedía que cesaran ya
«cesad, padres, vuestras lecturas, cerrad los Evangelios»
tomaron la Ciudad, tomáronla; tomaron ya Salónica.

Pero aun más que todo eso me conmovió el cantar
de Trebisonda, con su extraño lenguaje
y el penar de aquellos griegos lejanos
que quizá confiaran en que seríamos salvados.

Mas, ay, una avecilla fatal «de la Ciudad llega»
en sus «alitas trae escrito un billete,
ni en la viña va a posarse ni en el huerto,
en la raíz de un ciprés fue a posarse».

Los prelados no pueden (o no quieren) leerlo
«Es Juanillo, el hijo de la viuda» quien toma el billete,
lo lee y llora.
«Mientras va leyendo llora, cómo late su corazón.
¡Ay de nosotros, ay de nosotros, fue tomada nuestra Roma!»




Hace más o menos un año comencé a estudiar la lengua pondia, actualmente hablada sólo por unos miles de personas. ¡Lengua tan cercana al griego clásico y tan diferente, a veces, del griego moderno! En la primera lección del manual de gramática pondia que conseguí encontrar aparecían precisamente los versos que me hicieron entender el poema de Kavafis y la frase que aparece en muchas de sus canciones y que simboliza su lamento por todo lo perdido y a la vez su esperanza en el futuro: “Η Ρωμανία κι αν επέρασεν ανθεί και φέρει κι άλλο” ("La Romanía ha pasado y, sin embargo, florece y da frutos.")


(Romanía es el nombre que daban los griegos al Imperio Romano de Oriente, es decir, al Imperio Bizantino, aunque este término es una creación reciente: los súbditos del imperio se consideraban simplemente “romanos”. De ahí la traducción de Bádenas de la Peña como “nuestra Roma”. Aquí he preferido mantener el término original.)






Para entender todo este galimatías hace falta volver la vista atrás, muy atrás en el tiempo y muy lejos en el espacio. Concretamente, al siglo VII antes de Cristo, en un lugar llamado “Mar inhóspito” (Áxenos Pontos, Άξενος Πόντος). Pontos era el nombre que los antiguos griegos daban al mar, y el “inhóspito” se encontraba bastantes millas al este, más allá del Helesponto y de la Propóntide. Lo habían llamado de esa manera (probablemente) por los fuertes vientos y las frecuentes tormentas que se producían en la zona, provocando en numerosas ocasiones el naufragio de muchas naves. No obstante, a partir de cierto momento se le cambió el nombre, tal vez por motivos psicológicos, y pasó a llamarse “Mar hospitalario” (Ponto Euxino), que es por el que se le conocerá en los siglos posteriores. El motivo de este cambio fue seguramente la fundación de colonias griegas en la zona, ya que a nadie le gusta vivir en un lugar con un nombre que tiene tan mal fario.





Los primeros que llegaron allí con intención de establecerse fueron griegos de Mileto, quienes fundaron la ciudad de Sinope. Más tarde, esta colonia crecería tanto que llegaría a fundar otras en la zona (Cerasunte, Cotiora y Trapezunte) tal y como nos cuenta Jenofonte en su Anábasis. Pero es de suponer que los griegos ya habían llegado con anterioridad, porque muchos de sus mitos se desarrollan junto a este inhóspito mar: En la península de Taúride (Crimea) está el templo de Ártemis en el que se encontraba Ifigenia cuando llegaron Orestes y Pílades a buscar la estatua de la diosa. También se encuentra bañado por este mar el país de los Colcos, al que se dirigen Frixo y su hermana Hele (la que da nombre al Helesponto) cabalgando sobre el vellocino de oro. Y, por supuesto, es el destino de Jasón y los Argonautas, quienes van en busca del vellocino y triunfan en su empresa gracias a la ayuda de Medea, hija del rey de la Cólquide, lugar que tradicionalmente se sitúa en la costa oriental del mar Negro. También podríamos situar en esta zona o en sus alrededores los mitos de las Amazonas e incluso el de Prometeo, encadenado en las montañas del Cáucaso.





¿Por qué me remonto a tiempos tan lejanos para explicar el porqué de un poema? Sencillamente, porque en él se expresa el dolor por la pérdida de una ciudad, de una patria, de una identidad. El dolor de un pueblo que es expulsado de la tierra que le vio nacer, la tierra que vio nacer a sus antepasados durante 27 siglos, un pueblo que tiene que dejar atrás sus hogares, sus iglesias y las tumbas de sus mayores para dirigirse a un territorio desconocido y lejano en el que hablan una lengua similar a la suya pero a la vez muy diferente y donde serán marginados por ser “distintos”. Como dice una hermosa canción de Kasantsidis (que tenía origen pondio), “Σα ξένα είμαι έλληνας και σην Ελλάδαν ξένος”, es decir, “en el extranjero soy griego y en Grecia soy extranjero”. Lo mismo que le ocurría al protagonista de la película “Un toque de canela”: los turcos lo expulsaron como griego pero en Grecia lo recibieron como turco. Por cierto, el actor que hacía de padre de Fanis en la película, Ieroklís Mijailidis, también es de origen pondio: el sufijo –idis (–ίδης) en los apellidos indica que la familia procede de dicha zona.


Hoy me propongo escribir sobre los pondios, pero es tanto lo que quiero contar que será mejor dejarlo para más adelante. Quiero hablar de sus casi 3000 años de historia, del genocidio y de la “Gran Catástrofe”, de sus tradiciones, sus bailes, su nostalgia y, sobre todo, de su siempre presente “patria perdida”.



María de Paz



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