Pedro Olalla. Atenas
Acabo
de volver de la sede central de la ERT, donde centenares de trabajadores
permanecen encerrados desde el martes en actitud de resistencia y emitiendo
"clandestinamente" a través de Internet y vía satélite. Todos sabemos
que la radiotelevisión pública griega no estaba libre de pecado, pero su cierre
autoritario y sorpresivo por parte del primer ministro Samarás la ha convertido
de repente en un pálido símbolo de libertad de expresión y democracia: algo
que, deontológicamente, todo medio público debería ser, aunque muchos lo hayan
comprendido tarde.
La noticia del cierre de la
ERT ha hecho saltar de nuevo a Grecia a las portadas de los informativos
internacionales, que no pueden creer que un país europeo vea cerrados, de la
noche a la mañana, sus servicios públicos de información. Pero lo cierto es que
éste no es un hecho aislado, sino un paso más de los que, cotidianamente, da el
gobierno griego en la misma línea con autoritarismo, opacidad, procedimientos
de emergencia, falta de democracia e incluso inconstitucionalidad, atendiendo
al dictado de quienes, desde hace años, gobiernan de facto este país: sus
acreedores y la Troika.
En el caso del cierre de la
ERT, como en el de tantos otros abusos cometidos hasta hoy, la argumentación
del gobierno es retórica vana, en el mejor de los casos, y descarada
hipocresía, en el más frecuente. Todo lo que hoy pueda decirse en detrimento de
la ERT tiene como más directos responsables a los dos partidos que han estado
gobernando durante los últimos cuarenta años y que siempre han procurado hacer
de ella un órgano al servicio de sus intereses. ¿Quién la politizó?: los dos
grandes partidos. ¿Quién la utilizó para el clientelismo y el nepotismo?: los
dos grandes partidos. ¿Quién toleró la corrupción y el despilfarro?: los dos
grandes partidos. ¿Quién debería haber investigado y no lo hizo?: los dos
grandes partidos. Lo sabe muy bien el propio portavoz del gobierno, Simos
Kedikoglou, directivo de la ERT, becado con fondos de la misma para realizar
estudios en la CNN, hijo de ministro del PASOK, primo de diputado, diputado él
mismo del otro gran partido, y viceministro del actual gobierno de Samarás.
Hace apenas un año, siendo responsable de asuntos de televisión estatal, el
señor Kedikoglou se rasgaba las vestiduras ante el plan de saneamiento de la
ERT presentado entonces por el gobierno de Papadimos, y caracterizaba la
propuesta de cierre de la misma entidad que hoy ha cerrado él como
"vilipendio de bienes públicos en beneficio de intereses privados y
extranjeros". Véanlo en este vídeo de recuerdo y traten de explicarse por
qué ha cambiado de opinión.
Nueva Democracia y PASOK han
sido durante décadas los responsables directos de la ERT, y ahora son los
mismos partidos –y las mismas personas– quienes se erigen en salvadores esgrimiendo
argumentos morales y aplicando por procedimientos expeditos las recetas
dictadas por los monopolios del poder y del dinero. ¿Hay acaso alguna garantía
de que la nueva sociedad anónima con la que el gobierno se propone reemplazar a
la radiotelevisión pública (cediéndole valiosas infraestructuras y equipamiento
de última tecnología, y manteniendo su financiación a través de un impuesto
específico) será más resistente a grupos de presión y servirá mejor al interés
común y a la libertad de expresión en el contexto democrático? ¿Alguien puede
creerlo de verdad?
Si este desafuero que ha
asombrado a la prensa mundial esta semana no sirve como catalizador definitivo
para hacer caer a este gobierno y detener su largo plan de expolio y extorsión,
pronto sucederá lo mismo con los hospitales, las escuelas, los parques
naturales, las semillas... como está sucediendo con el agua, la electricidad,
las carreteras, los puertos y los recursos minerales.
Los trabajadores encerrados
estos días en el emblemático Radio Megaron de la ERT tienen la sensación de
encontrarse de pronto sorprendidos en las trincheras de la democracia, pero se
sienten solos, sin apoyo masivo de dentro y fuera del país, y tentados por el
murmullo aciago del "sálvese quien pueda". Y muy pronto, si no
hacemos un gran frente común, nadie estará a salvo.