El fotógrafo y blogger
japonés TKYSSTD viajó a Metéora (los Meteoros) con una cámara GoPro 3 ProTune y un vehículo
aéreo no tripulado (drone) Sky-héroe Spy con la intención de obtener imágenes
del lugar nunca vistas con anterioridad. El resultado es un espectacular vídeo titulado "Meteora: seis monasterios sobre las rocas", de poco más de tres minutos de duración, que ofrece impresionantes imágenes de
los históricos monasterios y de las inaccesibles rocas.
Al doblar una curva en la
carretera que conduce desde Tríkala a Kalambaka, aparecen repentinamente unas
formaciones rocosas, altas y elementales que se elevan hacia el cielo. Se trata
de Metéora. Nada de lo que haya visto en fotos puede prepararle para esto.
Sobre estas estructuras están algunos de los monasterios más extraordinarios
del mundo. El nombre deriva del verbo μετεωρίζω (meteoriso),
que significa suspender en el aire. Esa es precisamente la impresión que se
tiene al llegar aquí, especialmente cuando la niebla cae sobre el llano y
separa a los monasterios del suelo.
Pocos lugares de Grecia
tienen tanta intensidad visual. Las formaciones, que en un momento acogieron 24
monasterios, son indescriptibles.
La mayoría de los geólogos
opina que los extraños salientes de roca se han formado debido a la erosión
provocada, a lo largo de miles de años, por el río Pinios, que nace en la
cordillera de Pindos y atraviesa la llanura de Tesalia.
Quienquiera que fuese el
primero, Andrónikos o Athanasios, dependiendo de la historia que se lea o del
monje con quien se hable, lo único que puede uno hacer es maravillarse sobre lo
que pudo tardarse en llevar los materiales, piedra a piedra, ladrillo a
ladrillo, a esas alturas, solo con una cuerda y una banasta. (Hasta hace poco
ese era el único método de llevar provisiones a las personas que vivían en las
cimas). El mayor monasterio, el Gran Metéoron, también conocido como la
Metamorfosis (transfiguración) tardó tres siglos en construirse, y se fundó en
1356.
Si de verdad desea entender
la extraña belleza de los monasterios, trate de ponerse en contacto con algún
lugareño de Kalambaka o de Tríkala, que conozca las entradas y salidas secretas
que conducen a los patios de hierba que a veces hay en los pináculos rocosos.
Mientras la mayoría de los turistas vuelven en rebaños a los autobuses, usted se
quedará explorando y, tras encontrar un seto escondido, mirará la planicie en
la lejanía.
“Los libros del viajero:
Grecia”
(El País – Aguilar, 1987)