Ayios Nikólaos
Playa de Mátala
Maite Fuster
Dafni Laura: "Mi mejor recuerdo es la Bahía de Balos"
Dani: "Me quedo con su gente y con la gastronomía"
Marcos: "Mi mejor recuerdo son los cretenses"
Podría hablar de tantos lugares hermosos que encontré en mi recorrido por tierras de Creta, hace ya bastantes años. Tres amigos alquilamos un coche y recorrimos toda la isla de occidente a oriente. Si destacara una cosa, un paisaje, un pueblo, un monumento, sería injusto porque me dejaría otros tantos en el tintero. Así que mi mejor recuerdo son los cretenses, la gente sencilla de las aldeas y los pueblos, siempre dispuesta a echarte una mano en lo que necesitabas, a guiarte cuando te perdías, a ofrecerte agua fresca y rakí cuando llegabas a un pueblo con el calor del mediodía. Si te veían comiendo un bocadillo en la calle, te ofrecían el frescor de su casa.
Aprovecho la oportunidad que me brindas para denunciar la maldad y la inconsciencia de muchos y la avaricia de otros. ¡Cómo maltratamos a la naturaleza! Sé que no es agradable, pero te dejo este vídeo, tan breve como impresionante, en el que puedes ver cómo era el bosque de palmeras de Preveli antes y después del incendio.
El palmeral de Preveli, antes y después del incendio
¿Qué fue lo que más huella dejó en mí de Creta? ¿Festós o la primera vez que vi el palacio de Cnossos, la emoción ante la tumba de Kazantzakis o los paseos por la bellísima Janiá? ¿Disfruté más la visión de una furtiva cabra kri kri en la Garganta de Samaria o de la serenidad del atardecer en las terrazas del puerto veneciano de Récimno? ¿Puedo olvidar la comida y el vino, aquella noche del 16 de julio en un monasterio de la montaña bebiendo rakí con el Ηγούμενο (el abad) para celebrar mi santo y el de mi amiga Carmenita?
De este modo, en Anoya se reunía lo que a mí más me interesaba de Creta: su historia antigua, el espíritu indomable de sus gentes y su música. Lástima que al llegar al pueblo un terrible diluvio nos impidió acercarnos a la montaña. El alcalde resolvió la situación mandando servir la comida en los soportales de la plaza. Lo mejor es que no eran ni las diez de la mañana, así que nos pasamos el día comiendo; allí probé los mejores dolmades de mi vida y, combatiendo el frío a base de café y licores, entramos en muchas casas, hablamos con muchos de los habitantes del pueblo, cantamos, bailamos y compramos montones de manteles, jerseys y hasta zapatos para sustituir a los de alguno que estaban deshechos por la lluvia.
Spinalonga
Hace unos días, pedí a varios amigos que compartiesen con los lectores de La Pasión Griega el mejor recuerdo que conservan de su visita a la isla de Creta. Podía ser una fotografía, una canción, unas líneas, un vídeo... He aquí las respuestas de los seis amigos que tuvieron a bien responder a mi invitación:
Playa de Mátala
Maite: "El azul verdoso de unos ojos"
Mi mejor recuerdo de Creta lo encontré en la playa de Mátala, un atardecer de septiembre de 2005. Los bañistas comenzaban a marcharse y mi amiga Irene y yo disfrutábamos de los últimos rayos de sol tumbadas sobre nuestras toallas extendidas en la arena. El sonido del vaivén de las horas era como una nana que comenzaba a adormecernos. Entonces, escuchamos acercase las voces de unos chavales. Venían jugando al fútbol y comentando en griego y a grito pelado cada una de sus jugadas. Jugaban tan cerca de nosotras que, de vez en cuando, sentía caer sobre mi cuerpo los granos de arena que levantaban al chutar al balón. Lo cierto es que esperaba un pelotazo de un momento a otro y, efectivamente, no pasaron ni tres minutos cuando sentí sobre mi cabeza toda la fuerza del esperado pelotazo. Entonces, me levanté furiosa y me dirigí al más cercano de los jugadores dispuesta a cantarle las cuarenta. De pronto, me encontré invadida por el azul verdoso de unos ojos que no me dejaron articular palabra, como no puedo ya con palabras explicar lo que ocurrió en los días siguientes... Desde entonces, veo ese verde azulado cada mañana, al despertar, y ni un solo día he dejado de escuchar las palabras mágicas: Καλημέρα! Σ' αγαπώ. ¡Ah! Se llama Nikos.
Maite Fuster
Balos
Dafni Laura: "Mi mejor recuerdo es la Bahía de Balos"
En cuanto a la belleza de sus aguas no hay palabras para describir esta magnífica bahía de hermosas playas de arena rosa y un increible mar turquesa... . Sólo es posible acceder en barco o a pie (a 9KM de Kolimbari)y me encantaría volver a visitarlo de manera independiente en un barco alquilado puesto que el único incoveniente que encontré es que son excursiones donde te dejan unas horas (tipo rebaño de ovejas) para disfrutar del baño y ver las ruinas del castillo veneciano de 1852.
Quiero añadir que después de haber visitado Creta, Milos y otras islas griegas no me siento atraída por el Caribe en absoluto.
RécimnoQuiero añadir que después de haber visitado Creta, Milos y otras islas griegas no me siento atraída por el Caribe en absoluto.
Dani: "Me quedo con su gente y con la gastronomía"
He vivido muchos momentos mágicos en Creta. He visto paisajes paradisíacos, donde me hubiera quedado a vivir, como Falásarna; he conocido personas maravillosas que me han ofrecido su casa para comer, como en Rodiá; he saboreado la impronta veneciana en ciudades como Récimno y Janiá; me he sentido como en casa en los valles de viñedos de la zona de Mirtiá donde conocí además la casa natal de Nikos Kazantzákis.
Pero si he de elegir algo, me quedo con dos cosas: su excelente gastronomía con una frutas y verduras excepcionales y con su gente, más amable cuanto menos turística es la zona que visitas. Sin duda, repetiré viaje a Creta.
Pero si he de elegir algo, me quedo con dos cosas: su excelente gastronomía con una frutas y verduras excepcionales y con su gente, más amable cuanto menos turística es la zona que visitas. Sin duda, repetiré viaje a Creta.
Marcos: "Mi mejor recuerdo son los cretenses"
Podría hablar de tantos lugares hermosos que encontré en mi recorrido por tierras de Creta, hace ya bastantes años. Tres amigos alquilamos un coche y recorrimos toda la isla de occidente a oriente. Si destacara una cosa, un paisaje, un pueblo, un monumento, sería injusto porque me dejaría otros tantos en el tintero. Así que mi mejor recuerdo son los cretenses, la gente sencilla de las aldeas y los pueblos, siempre dispuesta a echarte una mano en lo que necesitabas, a guiarte cuando te perdías, a ofrecerte agua fresca y rakí cuando llegabas a un pueblo con el calor del mediodía. Si te veían comiendo un bocadillo en la calle, te ofrecían el frescor de su casa.
Aprovecho la oportunidad que me brindas para denunciar la maldad y la inconsciencia de muchos y la avaricia de otros. ¡Cómo maltratamos a la naturaleza! Sé que no es agradable, pero te dejo este vídeo, tan breve como impresionante, en el que puedes ver cómo era el bosque de palmeras de Preveli antes y después del incendio.
Marcos Martín
El palmeral de Preveli, antes y después del incendio
Amanecer en Anoya
Carmen: "Mi mejor recuerdo fue la visita a Anoya"
¿Qué fue lo que más huella dejó en mí de Creta? ¿Festós o la primera vez que vi el palacio de Cnossos, la emoción ante la tumba de Kazantzakis o los paseos por la bellísima Janiá? ¿Disfruté más la visión de una furtiva cabra kri kri en la Garganta de Samaria o de la serenidad del atardecer en las terrazas del puerto veneciano de Récimno? ¿Puedo olvidar la comida y el vino, aquella noche del 16 de julio en un monasterio de la montaña bebiendo rakí con el Ηγούμενο (el abad) para celebrar mi santo y el de mi amiga Carmenita?
Pues no, no será nada de lo anterior, creo que lo tengo claro: para mí el mejor recuerdo y el resumen de lo que es Creta para mí fue la visita a Anoya. Era mi segunda estancia en la isla, estábamos haciendo un curso y todos los días los alcaldes, gobernadores y autoridades varias nos obsequiaban con recepciones, comidas, cenas, bailes, libros... y en Anoya no fue una excepción, pero consiguió superar ampliamente las recepciones de Janiá, Récimno y cualquier otra que recuerde, excepto quizás la de Midea, pero eso fue en la Argólide. A Anoya llegamos por la mañana temprano con la intención de aprovechar la mañana para visitar la cueva del Monte Ida (el actual Psiloritis) donde había pasado el omnipotente Zeus su infancia. Anoya es un pequeño pueblo de montaña de construcción bastante moderna y, con sinceridad, no muy espectacular, pero para mí era importante antes de conocerlo por tres razones: por la citada visita al Ida, por su pasado histórico, pues fue totalmente dinamitado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y asesinados todos sus habitantes varones como represalia por el secuestro del general alemán que gobernaba la isla; es ésta una historia que siempre encontré fascinante y además uno de los dos ingleses, autores de la gesta junto con los guerrilleros cretenses, era Patrick Leigh Fermor, personaje singular y muy atractivo para mí, cuyo libro El tiempo de los regalos, así como el que escribió sobre Mani, recomiendo encarecidamente. La tercera razón es que aquí nació Nikos Xiluris, un cantante que me entusiasma y que me parece la encarnación del alma cretense. Yo os recomendaría mis dos canciones favoritas: Γεια σου χαρά σου Βενετιά y Ήτανε μια φορά.
De este modo, en Anoya se reunía lo que a mí más me interesaba de Creta: su historia antigua, el espíritu indomable de sus gentes y su música. Lástima que al llegar al pueblo un terrible diluvio nos impidió acercarnos a la montaña. El alcalde resolvió la situación mandando servir la comida en los soportales de la plaza. Lo mejor es que no eran ni las diez de la mañana, así que nos pasamos el día comiendo; allí probé los mejores dolmades de mi vida y, combatiendo el frío a base de café y licores, entramos en muchas casas, hablamos con muchos de los habitantes del pueblo, cantamos, bailamos y compramos montones de manteles, jerseys y hasta zapatos para sustituir a los de alguno que estaban deshechos por la lluvia.
En fin, que Anoya se convirtió para mí en el paradigma de la hospitalidad cretense y uno de mis recuerdos más entrañables, nunca pude imaginar esto cuando salimos de Récimno por la mañana.
Carmen RiobóSpinalonga
Ana Capsir: "Un lugar desconocido; magnífico al amanecer. Como siempre en Grecia"
Soy de las que dicen que a los sitios hay que volver varias veces, pues siempre son diferentes. Pero Creta…eso es otra cosa. Creta es un enigma. Pues conservo recuerdos momentáneos; sin plano secuencia.
Un rio, con un puerto dentro, el barco , aguas frias y cristalinas. Multitud de tortugas. Sin nombre. Cnosos. Eternas discusiones sobre la bondad o no de intervenir en los restos arqueológicos. Haniá otra vez. Su mercado. Sus especias. Por fin encontré alcaravea y ya no recuerdo para que la utilizaba. Rethimo. ¿Rethimo? Pasear por el muelle eligiendo las barculas más cuidadas y repintadas.
Lo que sí recuerdo como si fuera hoy es que el Meltemi rabiaba como nunca, que llegamos desde Karpathos, en una noche ventosa de luna redonda y de cielo tan limpio como solo el Egeo sabe tener. Que La Maga Azul; mi barco entonces; corrió como el rayo sobre las olas y que ya de noche arribamos a un lugar desconocido; magnífico al amanecer. Como siempre en Grecia.
Soy de las que dicen que a los sitios hay que volver varias veces, pues siempre son diferentes. Pero Creta…eso es otra cosa. Creta es un enigma. Pues conservo recuerdos momentáneos; sin plano secuencia.
La música. Un café de Haniá. Un elinikos metrios y el sonido del bouzouqui de un ensayo. Repeticiones de la misma canción una y otra vez.
Lo que sí recuerdo como si fuera hoy es que el Meltemi rabiaba como nunca, que llegamos desde Karpathos, en una noche ventosa de luna redonda y de cielo tan limpio como solo el Egeo sabe tener. Que La Maga Azul; mi barco entonces; corrió como el rayo sobre las olas y que ya de noche arribamos a un lugar desconocido; magnífico al amanecer. Como siempre en Grecia.
Ana Capsir