Safo.
La poeta nacida en la isla de Lesbos,
según la imaginó el pintor inglés Simeon
Solomon (1840-1905).
Por
Pablo Ingberg
La reciente difusión del
hallazgo de presuntos versos de Safo
antes perdidos agitó el avispero y envolvió en una pequeña novela con visos de
policial la figura de la inmensa poeta de Lesbos (isla próxima a Asia Menor)
que vivió en torno al 600 aC. Admiradísima en Grecia y Roma, su vasta obra
poética dejó de copiarse cuando su dialecto eólico era ya muy arcaico, y sólo
sobrevivió lo que citaron de ella otros autores de obras sí conservadas.
Ediciones de esos pasajes y sus traducciones al inglés la revivieron a la
admiración del siglo XIX, cuando su leyenda dio origen al significado sexual de
su gentilicio “lesbiana”. A fines de ese mismo siglo, con Egipto bajo dominio
británico, egiptólogos ingleses encontraron allí enterrados en la antigua ciudad
de Oxirrinco gran cantidad de papiros escritos, preservados alrededor de dos
milenios por las secas arenas del lugar aunque algo deteriorados por el tiempo
y los roedores. Tantos eran que todavía es un proyecto de edición en marcha,
hoy dirigido por Dirk Obbink en la
Universidad de Oxford. En esos papiros se hallaron muchos fragmentos de Safo,
ninguno con pasajes muy enteros. En 2004 el helenista Martin West unió un fragmento de Oxirrinco con otro en posesión de
la Universidad de Colonia y logró formar un pasaje completo. Hoy la novedad es
que hace poco un coleccionista anónimo de Londres mostró a Obbink lo que éste
acaba de difundir como fragmentos desconocidos de Safo: uno de veinte versos
bastante completos al que le faltaría el principio y otro de ocho versos poco
legibles.
Máscaras y sarcófagos de
momias egipcias se moldeaban en “cartonaje” (cartonnage, palabra franco-inglesa), especie de papel maché (cartón
piedra en España) elaborado, entre otros materiales, con papiro usado, esto es,
escrito. De piezas de “cartonaje” se rescataron el fragmento de Colonia y estos
nuevos. Pero he aquí un viso policial. Algunas de tales piezas fueron sacadas
“lícitamente” durante cierto tiempo del Egipto británico; muchas otras fueron
objeto de pillaje y posterior venta en el mercado negro. ¿Qué origen tiene la
que se da ahora a conocer? Aún no se sabe, y hay revuelo.
Otro costado policial del
asunto es el de la autenticidad. ¿Son fragmentos de Safo o falsificaciones?
Falsificaciones de textos antiguos hubo alguna muy sonada hace tiempo, pero es
difícil que sea el caso: Obbink no echaría por la borda su trayectoria, y
engañarlo exigiría una suma de talentos diversos y sutiles en la elaboración
del objeto y en la de sus contenidos. Queda entonces por ver la evidencia interna,
los textos en sí.
Ambos fragmentos están
escritos en dialecto eólico, que conocemos básicamente por Safo y su colega y
compatriota Alceo. Luego, están
compuestos en estrofa sáfica, así llamada por la recurrencia con que la usó
ella: tres endecasílabos más un pentasílabo. Por último, el segundo está
dirigido a Cipris (Afrodita), algo no infrecuente en Safo, pero más relevante
aún es que en el primero aparecen dos nombres asociados a ella en otras
fuentes: Caraxo y Lárico.
Safo. Fresco romano de Pompeya
Museo Archeologico Nazionale (Nápoles)
Obra de Safo nos ha llegado
muy poca; datos biográficos fidedignos, prácticamente ninguno. No es imposible,
por ejemplo, que en realidad no haya sido lesbiana en sentido sexual y que la
derivación del término sea tan desviada como la de “onanismo”, actividad que no
es exactamente la que practicaba Onán según la Biblia (“... si bien tuvo
relaciones con su cuñada, derramaba a tierra...”, Génesis, 38.9). La fuente más
antigua para datos sobre Safo es Heródoto,
un siglo y medio posterior a ella; como si el primer documento biográfico sobre
la escritora argentina Juana Manso
(1819-1875) estuviera fechado ayer. Por lo demás, ningún historiador serio
tomaría la maravillosa prosa de Heródoto como fuente histórica fidedigna. ¿Por
qué tomarla entonces como fidedigna fuente biográfica?
Lo mismo vale para fuentes
posteriores, en gran medida inspiradas en versos de la propia Safo; como si
atribuyéramos literalmente a Proust
hechos del personaje Marcel de En busca del tiempo perdido. Hechas estas
salvedades, que no niegan toda validez a tales datos sino que invitan a tomarlos
con pinzas, digamos que Heródoto (Historias, 2.135) cuenta que Caraxo, hermano de Safo, compró en
Egipto la libertad de una cortesana y por eso su hermana lo criticó en un
poema. Un fragmento de Safo (5 LP) ruega por el regreso de un hermano. Un papiro
de Oxirrinco con pasajes de una biografía (1800, c. 200 dC.) y la enciclopedia
bizantina Suda (siglo IX dC.) atribuyen a Safo tres hermanos, dos de ellos
Caraxo y Lárico, éste el menor según
el papiro (según la Suda, dicho sea de paso, la poeta tuvo marido e hija). Estrabón (Geografía, 17.1.33, de la
época de Augusto) dice que Caraxo iba a Egipto a vender vino. Ateneo (siglo III dC., frag. 203 LP)
dice que Safo se enorgulleció de cierto privilegio aristocrático concedido al
joven Lárico. Todos estos datos
guardan alguna relación con el primero de los dos nuevos fragmentos. O
formulado al revés: esos “datos” podrían provenir de poemas como el ahora
recuperado. Queda clara, en cualquier caso, la relación también temática de los
“nuevos” fragmentos con la poeta de Lesbos, más allá de que un tal Caraxo o un
tal Lárico hayan sido hermanos suyos. Personalmente, veo además rasgos
estilísticos propios de la fina arquitectura que caracteriza lo que conocemos
de ella, y que mi traducción (incluida en esta página) en estrofa sáfica
procura retener: una estructura sólida que fluye delicada entre el rezo y el
canto con toques de monólogo dramático y de reflexión, y palabras clave que
recurren (reina y rey para dioses supremos, deidades para otras potencias
superiores, un adverbio y un par de verbos, uno de ellos con variación de
prefijo en griego). No es lo mejor que le conocemos, pero no desentona para
nada y además expande temas.
Los interesados encontrarán
en la web el artículo de Obbink en el Times
Literary Supplement (anticipo de una pronta publicación más exhaustiva en
una revista especializada), los debates suscitados, un par de traducciones al
inglés, otro par al italiano y hasta un par al castellano.
Pablo
Ingberg es poeta y traductor del griego y del inglés. Es autor, entre otros
libros, de “Nadie atiende los llamados”.
Artículo original: Revista Ñ