3.- LA GRAN CATÁSTROFE
En el capítulo anterior nos habíamos quedado en el siglo XIX, con un imperio otomano muy debilitado (era conocido entre la diplomacia occidental como “el enfermo de Europa”), con un estado griego ya consolidado y con numerosas presiones por parte de las potencias europeas para mantener un equilibrio de poder en la zona que les permita hacerse con parte del pastel.
A esto se suma un nuevo fenómeno que se había producido a comienzos de siglo, favorecido por la Revolución Francesa y por el movimiento romántico posterior: el auge de los nacionalismos. El Imperio Turco, que carecía totalmente de la idea europea de nacionalismo o de unidad nacional, había sido siempre un estado multirracial, un conglomerado de pueblos, razas y religiones a los que se exigía simplemente lealtad militar y obediencia civil, no coherencia étnica, lingüística o religiosa. Convivían en mayor o menor armonía turcos musulmanes, griegos ortodoxos, armenios cristianos, judíos y otros pueblos. Pero los nacionalismos habían hecho surgir estados independientes a su alrededor, y los turcos también sufren la influencia europea. En 1856 el gobierno otomano promulga el edicto de Hatti Humayun con el propósito de crear una ciudadanía nacional turca para todas las personas del imperio con el fin de conferirle mayor uniformidad. En él se abolía la autoridad civil de las jerarquías religiosas. Se garantizaba la igualdad ante la ley, así como la posibilidad de ser elegido para cargos públicos, sin discriminaciones religiosas. Se abría el ejército a los cristianos en igualdad de circunstancias con los musulmanes. El edicto anunciaba además una reforma de impuestos, una seguridad en la propiedad para todos, la abolición de la tortura y la reforma de las cárceles. Se prometía combatir los males crónicos de la malversación, del soborno y de la extorsión por parte de los funcionarios públicos.
Este edicto cambia radicalmente la situación de los habitantes del Ponto: numerosos griegos abandonan el criptocristianismo para declararse abiertamente ortodoxos, algo que aparece reflejado en la película turca Pregunta a tu corazón (Yüregine Sor, 2010), de la que hablaremos en próximos capítulos y de la que he seleccionado un pequeño fragmento en el que se ve cómo tienen escondida la capilla en la que van a celebrar un bautizo.
Se produce también una importante apertura económica que favorece el desarrollo del comercio y la banca, se fundan periódicos y se introducen las ideas occidentales en la sociedad. La cultura experimenta un gran desarrollo, en el que juegan un papel muy importante las academias y escuelas griegas fundadas en siglos anteriores, especialmente el “Frondistirio” de Trebisonda, que llevaba funcionando desde 1682 y que vemos en la imagen.
Este desarrollo parece verse favorecido por la constitución de 1876, que declaraba que el Imperio Turco era indivisible y prometía libertad personal, libertad de conciencia, libertad de educación y de prensa, y gobierno parlamentario. Pero sólo es un efímero sueño: al año siguiente el sultán disuelve el parlamento y decide abolir la constitución. Es el comienzo de una época de gran represión, en la que se echan por tierra todas las esperanzas que habían creado los veinte años anteriores.
Pero la semilla nacionalista parece haber germinado en un sector de la población, produciéndose en 1908 la revolución de los Jóvenes Turcos, que poco después se hacen con el poder y sustituyen al sultán. Siguiendo el camino abierto por la constitución de 1876, buscan modernizar el imperio e impedir que continúe su disolución basándose para ello en la unidad étnica y religiosa, pero sus intentos se ven frustrados por una serie de guerras que marcará el principio del fin: primero la guerra Italo-Turca (1911) en la que el imperio pierde Libia y las islas del Dodecaneso, después las dos Guerras Balcánicas (1912-1913) que reducen considerablemente el territorio del imperio en los Balcanes y poco después la Primera Guerra Mundial, en la que Turquía combate junto a Alemania contra Rusia y los Aliados. Esta guerra cambia por completo la situación de los griegos del Ponto y de muchos otros cristianos de la zona.
No voy a entrar en polémicas sobre asuntos que no conozco a fondo, simplemente resumiré los datos que he encontrado en distintas fuentes.
A comienzos de la guerra, en 1914, el ejército otomano intenta recuperar los territorios del Caúcaso que había perdido en la Guerra Ruso-Turca de 1877-78 (Kars, Batum y Ardahan) sin conseguirlo, ya que sufre una aplastante derrota en la batalla de Sarikamis. Los turcos acusan de contribuir a este “Desastre” a las unidades de origen armenio que combatían en el ejército ruso (aunque también había armenios en el ejército otomano) y deciden tomar represalias, comenzando entonces una época de masacres y deportaciones que se conoce como “genocidio armenio” y que ha dejado más de un millón de muertos y una huella indeleble en la conciencia colectiva de este pueblo.
En abril de 1916 el ejército ruso entra en Trebisonda, encontrando gran apoyo por parte de la población, quienes los veían como sus “libertadores”.
Acogida de los rusos en Trebisonda en una página de la revista Hesperia, 13/26 de mayo de 1916
En esta época surge en el Ponto la necesidad de formar un estado independiente, al igual que en las vecinas Armenia y Georgia. Hacia 1917 esta posibilidad parece cobrar forma, aunque no hay acuerdo sobre la manera de hacer realidad la tan deseada independencia. Hay tres opciones: unirse al Estado Griego como habían hecho los cretenses unos años antes; formar una confederación Póntico-Armenia o declarar la independencia en solitario de una “República del Ponto”. La primera opción se enmarcaba dentro de la “Gran Idea” griega, que buscaba “recuperar” los territorios del imperio bizantino, especialmente Constantinopla. Pero el Ponto está demasiado lejos de Grecia. La segunda opción contaba con el apoyo de los países europeos y de los Estados Unidos, aunque no gustaba a los pondios porque afectaba sólo a la región de Trebisonda, debiendo renunciar a la mitad occidental del Ponto a favor de los turcos, y porque suponía de facto el sometimiento a los armenios al quedar en minoría dentro del nuevo estado. La tercera opción era la más deseada por los pondios, pero para llevarla a cabo necesitaban contar con el apoyo de las potencias occidentales (que no tenían) y además debían combatir a las tropas turcas. Se forma así la llamada “Resistencia del Ponto”, que contaba con el apoyo del ejército ruso.
Esta idea de una república del Ponto tenía gran aceptación entre las asociaciones de pondios que se habían ido creando en varios países del occidente europeo y en Rusia, siendo la de Marsella la más belicosa. Su principal ideólogo era Constantinos Constantinidis, quien elaboró un mapa del nuevo estado y financió su difusión.
También se diseñó una bandera en la que se incluían los colores de la “Madre Grecia” (azul y blanco) junto al águila de Sinope, una imagen sacada de las monedas que circulaban en dicha ciudad en el siglo IV a.C. y que recordaba también al águila monocéfala de los Grandes Comnenos de Trebisonda:
(Imágenes obtenidas de asiaminorcoins)
Pero este sueño duró muy poco. En realidad, el único lugar que tuvo una cierta independencia fue la región de Trebisonda mientras estuvo bajo el poder de los rusos (1916-1918), ya que éstos dejaron el gobierno en manos de Jrísanzos, el obispo metropolitano, y de Konstantinos Theofylaktos. Y como todo sueño tiene su final, también aquí llega el despertar: las tropas rusas deben volver a su país obligadas por los acontecimientos que allí se están produciendo (la revolución bolchevique) y muchos pondios se van tras ellas para evitar que la población musulmana tome represalias, algo que ya había sucedido en ocasiones anteriores. Esta vez se dice que se fueron unos ochenta mil.
A partir de entonces se hace mucho más virulenta la política de “acoso y derribo” a los pondios, ya comenzada en 1916. Al igual que había ocurrido con los armenios, se obliga a los griegos a incorporarse a campos de trabajo y a desplazarse de sus lugares de origen, viviendo en condiciones infrahumanas. Los guerreros de la “Resistencia del Ponto” continúan su lucha, siendo especialmente importantes en la zona de Santa (región montañosa del interior, cercana a Trebisonda) y Bafra, en la provincia de Samsun. Hay una canción que refleja el dolor de los padres cuyos hijos han escapado a las montañas para unirse a estos grupos armados y a quienes no pueden llorar después de muertos. La he traducido y he buscado imágenes lo más bellas posible para hacer el vídeo, como contraposición al tema que trata. Son en su mayoría fotos de las montañas cercanas a Trebisonda, Artwin y Kerasunta. Espero que estas imágenes nos hagan olvidar el horror de las atrocidades que se cometieron, seguramente por ambas partes.
En octubre de 1918 se firma el armisticio de Mudros, según el cual los otomanos perdían gran parte de su imperio, siendo las potencias aliadas las grandes beneficiadas. En Grecia cobra fuerza la “Gran Idea” y en mayo de 1919 llega el ejército griego a la ciudad de Esmirna, en la costa occidental de la actual Turquía. Esto es considerado una afrenta por uno de los militares más poderosos del ejército otomano, Mustafá Kemal, quien se dirige con sus hombres hacia las costas del mar Negro, desembarcando en Samsun el 19 de mayo y cobrándose la afrenta recibida con el ataque a la población griega de la ciudad. Comienza entonces una nueva etapa en el genocidio de los pondios, siendo elegida esta fecha para su conmemoración.
(Imagen tomada del blog vripolidis)
Entre 1919 y 1922, cuando se produce la llamada “Guerra greco-turca”, tienen lugar persecuciones y matanzas de los cristianos, deportaciones en masa, son quemadas numerosas aldeas después de haber sido saqueadas y un gran número de iglesias destruidas. En resumen, se dice que entre 1916 y 1923 esta violencia acabó con la muerte de aproximadamente 350.000 pondios. La población que pudo sobrevivir se vio obligada a exiliarse. Miles se fueron como refugiados a varios países, como Francia y los Estados Unidos o incluso a Grecia, donde al parecer llegaron miles de supervivientes antes del intercambio de 1923. A ellos hay que sumar los que habían huido al Cáucaso, la mayoría a Georgia y Rusia.
En 1920 el sultán firma el tratado de Sevres, que otorga a Grecia la soberanía sobre la región de Esmirna. Pero Mustafá Kemal, que había establecido un gobierno paralelo en Ankara, se niega a reconocer dicho tratado y proclama el nuevo estado nacional turco. Continúa en Asia Menor la guerra con Grecia, que pierde el apoyo de las potencias europeas y es vencida definitivamente a finales de agosto de 1922 en la batalla de Dumlupinar. El ejército de Mustafá Kemal entra en Esmirna el 9 de septiembre, quemando la ciudad y masacrando a los griegos que no habían podido huir en barco.
El 24 de julio de 1923 se firma el Tratado de Lausana, por el que se anula el tratado de Sevres y se establecen las nuevas fronteras de la recién nacida República Turca. Pero el tratado contempla también el llamado “intercambio de población”, según el cual los musulmanes que viven en los territorios griegos (excepto Tracia) son obligados a irse a Turquía y los cristianos que viven en territorio turco (excepto Constantinopla y las islas de Imbros y Ténedos) obligados a irse a Grecia. Pero el intercambio se realiza teniendo en cuenta la religión y no el idioma o la “identidad nacional”. Esto produce extrañas consecuencias, ya que muchos cristianos ortodoxos del Ponto tenían como lengua el turco, mientras que muchos de los musulmanes que vivían en Grecia hablaban griego. Por supuesto, también quedan excluidos del intercambio los pondios que se habían convertido al islam durante los siglos anteriores, aunque su lengua siguiese siendo el griego. Esta situación era consecuencia de la disyuntiva en la que se vieron los cristianos del imperio otomano, que tuvieron que elegir entre conservar su lengua o conservar su religión. En la zona occidental del Ponto eligieron mayoritariamente conservar la religión, mientras que en la oriental prefirieron convertirse al Islam pero conservar la lengua. Ello ha provocado que en la actualidad haya todavía en Turquía muchos hablantes de pondio (allí llamado “romeyka”, es decir “romano”), tal como demuestra el trabajo publicado recientemente por la profesora de la universidad de Cambridge Ioanna Sitaridou, que aparece reseñado en el periódico “The Independent”. También podemos comprobarlo en la entrevista realizada a la anciana Fatimá, de la zona de Tonya, en la provincia de Trebisonda, por una periodista turca de la revista Actuel, a la que le dijo en pondio: “Yo he nacido aquí, no hablo turco y el griego (romeyka) no lo aprendí del cielo”. Otro punto de vista lo encontramos en la película “Esperando a las nubes” (Bulutlari Beklerken, 2003) de la directora turca Yesim Ustaoglu, en la que una anciana de ascendencia griega, convertida al Islam, recuerda sus orígenes.
(Imagen obtenida del blog vripolidis)
Con el intercambio de población son expulsados entre 300.000 y 400.000 pondios, quienes deben viajar a Grecia (un lugar que no conocen y que se encuentra a unos 2000 kilómetros de distancia) en condiciones bastante penosas, siendo recibidos por unos griegos con los que prácticamente no se entienden porque su idioma ha evolucionado de forma diferente después de tantos siglos. Se establecen en las regiones que habían quedado vacías con la marcha de los musulmanes, sobre todo en Macedonia y Tracia, y también en los suburbios de las grandes ciudades. Sus especiales características culturales y lingüísticas hacen que sean marginados, llamándolos “semilla de turco” y “bautizados en yogur”. Su principal defensa consiste en unirse construyendo o habitando zonas de población únicamente pondia, en ocasiones agrupándose pueblos enteros que habían emigrado juntos. Aún hoy, los pondios constituyen un caso aparte en la sociedad griega, siempre recordando su patria perdida y reuniéndose para celebrar sus fiestas. Esta añoranza por el Ponto la vemos en esta canción de Pavlidis, titulada “He perdido mi patria” que os he traducido y a la que puesto imágenes de Trebisonda y de otras ciudades del Ponto: