jueves, 4 de septiembre de 2014

"MEMORIA DE GRECIA", DE CARMEN CONDE


MEMORIA DE GRECIA

Se piensa si se debería acabar con lo emprendido, sin propósito deliberado. Ilusión, esperanza…; con todo ello fui caminando y seguro que caminaré hasta que me detengan sin remedio. Gloriosos sentires –ciudades, criaturas y el frío incurable ante lo perdido. Mas, ¿perdido acaso? No. Jamás se me perderá cuanto amé y amo. Perderlo sería olvidar y eso no lo aprendí. Ni siquiera el tiempo podría hacerme creer que él mismo se pierde en mí ni por mí; tampoco. Retener cuanto se vio es hermosa respuesta a lo que se va yendo; con forzoso acatamiento o con suavidad no exenta de ternura. La muerte de seres queridos no borra su memoria; el desencanto; el desamor en otros casos, deja suave roce en el alma. Y permanece, a pesar de todo: fue y no dejará de ser, por haber sido.

Así, aquel atardecer, navegando el Bósforo; alejándonos de Estambul. La nave resbalando tibiamente por aguas inmortales y la reincorporación gozosa a un mundo que, hasta ausente, permanecerá. La mañana radiante en Delos; las manos llenas del agua que se acercaba a los labios para bebérsela con reverencia. Las horas largas en la Acrópolis, con el empeño de absorberlas, incorporárselas para que se unieran al remoto pasado latente. Y la avarienta contemplación del mar único, padre de nuestra cultura. El insaciable estar en Mykonos (¿recuerdas, amiga Carmen Valls, nuestro encuentro allí, tú con tu Adrián y yo con alguien que ya no existe, y después Carmen, en El Pireo, nuestro abrazo con tu Aurelio después de años sin vernos y sin olvidar nuestra amistad desde 1945? La evoco ahora, cuando acabo de reencontraros en Madrid al costado del magnífico “Retorno a la poesía”, de Aurelio).

Para nosotros, gente mediterránea, encontramos la tierra de Grecia semejante a la propia. Olivos, aceite que constituían alimentos de los pastores, los cabreros y el pueblo soberano. El vino ya nos parecía el nuestro. Si desdichadamente no pude andar mucho en Grecia entonces, gracias a los hermanos Dürrell disfruté de ella leyendo sus entusiastas obras hasta mantenerme el deseo de retornar a sus islas.

Ignoro el verdadero parentesco de mi raza cartaginesa (según A. Valls) con la griega, pero admitiré que nada tendría de imposible por cierta homogeneidad. Sin deshacer el lazo que a tantos otros pueblos nos debemos los mediterráneos.

Carmen CONDE
De la Real Academia Española
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(Nota obligada: Lo más hermoso de Atenas lo conocí en el gran Museo de Londres)     


Artículo publicado en el diario ABC el 23 de abril de 1985