La cuestión del
reconocimiento de la República Chipriota ya no es formal. Es claramente
indicativo de la misma barbarie que viola constantemente los derechos humanos.
Muchos se han olvidado del genocidio de los armenios y los griegos pónticos,
pero ahora tienen que admitir que la táctica de Turquía sigue siendo la misma,
incluso respecto a temas técnicos y oficiales que son evidentes para todos los
estados y especialmente para los estados miembros de la Unión Europea. Muchos,
debido a la ignorancia o a la diplomacia, aíslan los hechos para que no se
transformen en elementos de acusación. Mientras que, en realidad, el estado
profundo siempre tiene el mismo objetivo: la distinción del elemento turco a
través del exterminio de todos los pueblos que obstaculizan este objetivo.
Puede que parezca paradójico, pero tenemos que destacarlo. Este objetivo está
directamente relacionado con la cultura o, para utilizar una terminología más
precisa, con la falta de cultura. Si comprendemos esta condición principal,
podemos entonces darnos cuenta de la táctica turca. A medida que el estado
profundo no puede destacar el elemento turco a través de la cultura,
especialmente cuando esta se compara a las creadas por los armenios, los
griegos, los kurdos, etc., este ha decidido aniquilar los pueblos de estas
culturas a fin de superar el complejo de inferioridad. No es casual el nombre
de la invasión de Chipre. Aunque oficialmente el ejército turco quería proteger
a sus hermanos, el código del ataque llevaba el simbólico nombre de Atila, el
cual se relaciona con la fama de que la hierba no crecía de nuevo tras su paso.
La misma idea explica por qué las casas en el pueblo maronítico “Asómatos”
fueron arrancadas incluso de sus cimientos para colocar una enorme estatua de
Kemal. Diacrónicamente cada régimen de Turquía trata de diferenciarse
oficialmente del anterior con respecto a las barbaridades que ha cometido; sin
embargo, en esencia, sigue con el mismo objetivo a su propia manera. La táctica
turca es intransigente, dado que no ha sufrido coste para su barbarie no sólo
contra los pueblos oprimidos sino contra toda la Humanidad. Y ahora otra vez
trata de persuadir a la Unión Europea entera de que no tiene nada que ver con
la Turquía de los años anteriores, mientras que con la cuestión del
reconocimiento de la República Chipriota anula ella misma sus propios
argumentos. Y lo mismo puede decirse sobre el reconocimiento del genocidio de
los armenios y de los griegos pónticos. Incluso si analizamos solamente los
hechos reconocidos oficialmente, Turquía ha cometido dos genocidios con la
misma táctica sin ningún costo, como lo demuestra la situación en Imvros,
Tenedos y Chipre. Ahora la pregunta para la comunidad internacional es la de si
tiene que esperar el genocidio de los kurdos también para darse cuenta de que
Turquía no constituye un estado de derecho sino una barbarie que aparenta ser
estado.
N. Lygeros
Traducción al español de
Olga Raptopoulou
y Eduardo Lucena González
y Eduardo Lucena González