Dieciséis años después de mi primera visita, Nafplio me recibe a media mañana, con las calles todavía vacías. La ciudad es como una vieja y aristocrática señora que conoció tiempos mejores y que ahora no tiene demasiados quehaceres pendientes. Cuenta la leyenda que fue Nafplio, hijo de Poseidón, quien fundó la ciudad que lleva su nombre; nombre que, en lengua griega, nos evoca inevitablemente la vida marinera: ναυάγιο/navayio (naufragio), ναύαρχος/navarjos (almirante), ναύτης/naftis (marinero), ναυτία/naftía (náusea, mareo)...
Los camareros de los restaurantes, entre bostezo y bostezo, sacan las mesas a la calle mientras piropean a la primera turista extranjera que pasa por allí. Nada que ver con el ritmo que se vive en las calles de Atenas, aún siendo agosto.
La que fuera primera capital de la Grecia moderna exhibe con orgullo las huellas de su historia en cada esquina de sus estrechas calles enlosadas. Paseando por ellas, observando las decadentes fachadas neoclásicas elegantemente adornadas por las buganvillas, no nos será difícil apreciar la riqueza de su pasado. Aquí se escribieron las primeras páginas de la historia del país, recién liberado del yugo otomano. Aquí se fundó, por ejemplo, la primera farmacia de Grecia. Aquí se produjo también el primer magnicidio.
Nafplio, la perla del Peloponeso, es sin duda una de las ciudades más hermosas y elegantes de Grecia. Una vieja reina destronada, diría yo, que sigue conservando toda su dignidad mientras muestra al visitante sus antiguas joyas un tanto oxidadas por la nostalgia y el salitre.
Comienzo mi periplo con un paseo por el puerto, en busca de una cafetería donde desayunar mientras contemplo el Burtsi, la fortaleza veneciana que protegía la ciudad desde el centro de la bahía. Otros dos fuertes la vigilan también desde lo alto: Akronafplia y Palamidi.
Es inevitable sentirse abrazado por el pasado en esta ciudad. Parece que de cualquier portal pueden salir los fantasmas del héroe Kolokotronis o de Capodistrias, el primer gobernador de Grecia. Mientras apuro mi frappé, imagino las cruentas batallas que tuvieron lugar en la plácida bahía que tengo ante mis ojos. Dos muchachas pasan ante mí haciendo footing y me devuelven a la realidad. Es hora de comenzar mi visita al centro de la ciudad.