sábado, 11 de julio de 2015

EPIGRAMAS PUGILÍSTICOS DE LUCILIO EN LA "ANTOLOGÍA PALATINA"

Introducción, notas, traducción directa y versiones de César Abraham Navarrete Vázquez

 El pugilato en la antigüedad
  

Ánfora panatenaica con escena de pygmakía, la lucha de los puños.
Aproximadamente del año 336 a. C.

La primera referencia escrita sobre el pugilismo1 πυγμαχία, pygmakía: lucha de puños de que se dispone data del siglo ocho antes de Cristo, y se debe al poema homérico de la Ilíada (XXIII, 651-699), en traducción de Rubén Bonifaz Nuño (UNAM, México, 1996, Tomo II, págs. 209-210), a partir del verso 683, en que se narra la lucha entre Epeo y Euríalo:

Primero le presentó el cinturón, y enseguida
le donó bien cortadas correas de toro salvaje.
Y ambos, en ciñéndose, fueron a mitad de la liza,
y en alzando al frente las robustas manos a una,
arremetieron, y se les mezclaron, pesadas, las manos.
Terrible estruendo de quijadas se hizo, y corría el sudor
doquier de sus miembros; y se alzó Epeo divino,
y la mejilla, al que en torno miraba, golpeó, y ya no mucho
se sostuvo, pues se le rindieron los miembros preclaros.
Como cuando un pez es volteado, al hincharse el mar bajo el Bóreas,
en la orilla cubierta de algas, y lo envolvió una gran ola,
así él se volteó al ser tundido. Empero, el magnánimo Epeo
lo alzó, asido en sus manos, y sus compañeros, cercándolo,
lo guiaron, arrastrando él los pies, a través de la liza,
sangre densa escupiendo, echando a un lado la testa,
y guiándolo desvanecido, lo pusieron entre ellos,
y ellos mismos, en yéndose, la copa doble cuidaron.
  
Detalle de púgiles. Uno de los adversarios
levanta el dedo en señal de rendición.

 La tradición establece que esta práctica se introdujo en el programa de los Juegos Olímpicos en el año 688 a. C. la primera Olimpiada se sitúa históricamente en el 776, aunque hay elementos que apuntan a un origen anterior, siendo Onomastós de Esmirna el campeón inaugural, y a quien se atribuye el reglamento básico: la prohibición de abrazar, rasguñar y morder. Si alguien violaba dichas reglas, un oficial blandía a la distancia una larga vara bifurcada para fustigar al infractor.

Detalle de ánfora en que, al igual que en la ilustración anterior,
uno de los combatientes se rinde al levantar el dedo índice.
Aproximadamente del año 500 a. C.
   
Al tratarse de un evento sin límite de tiempo establecido, el pugilato era una actividad extenuante en que los contrincantes terminaban seriamente lastimados, después de combatir incluso durante un día entero. El resultado dependía de la rendición levantando el dedo índice o la pérdida de sentido cuando no la muerte de uno de los contendientes. Indica un proverbio griego que una victoria [de pugilato] sólo se logra con sangre, y así lo constata el poeta Alceo (Antología Palatina, IX, 588) cuando habla sobre Clitómaco de Tebas y sus guantes ensangrentados.

Esta práctica, al igual que el pancracio, sucedía sobre una σκάμμα, skámma, superficie de tierra batida cuya dimensión determinaban los jueces.
   
Fresco de los Niños púgiles, originalmente ubicado en el sector B
de la casa Xeste 3 de Akrotiri, Santorini.
Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
  
Los ἱμάντες, hymántes, correas de cuero curtido de cuatro metros de longitud, fungían como precursor de los guantes. Cada púgil decidía su uso: unos se envolvían las manos, otros los nudillos, e incluso algunos más peleaban sólo con una mano enrollada tal como muestra el fresco de los Niños boxeadores, hallado en Santorini.

Los adversarios combatían desnudos. Se untaban con aceite antes de esparcir una delgada capa de arena sobre el cuerpo.
  
Detalle de escultura donde se muestra el antecedente del guante de boxeo.
  
En el siglo IV a. C. los griegos desarrollaron unos guantes con mayor dureza exterior, acolchonados internamente, que llamaron sphaírai o epísphairai (de σφαῖρα, esfera, pelota), inicialmente empleados para entrenar, y después incorporados al combate. El entrenamiento consistía en golpear κώρυκος, kórykos, sacos llenos de tierra, harina o mijo.
  
Caestus, modelo antiguo de guante,
con incrustaciones de metal.
   
En la época romana, los pugilistas, ya ataviados con calzoncillos, se enrollaban tiras de piel en las manos, a las que se denominaba caestūs. Con el propósito de infligir mayor daño, posteriormente se le agregaron piezas de metal, recibiendo así el nombre de hormigas (del griego μύρμηξ, mýrmex), debido a las dolorosas picaduras que causaban además de la AP (XI, 78), la estatua de El púgil en reposo, descubierta en las termas romanas de Constantino, evidencian sus efectos devastadores.

Detalle de la escena pugilística del libro V de La Eneida virgiliana,
en que el viejo peleador siciliano Entelo derrota al joven troyano Dares.
Mosaico de una villa galorromana. Villelaure, Francia.
Aproximadamente del 175 d. C.
   
El Mantuano (V, 400-420), traducido por Espinosa Pólit (Obra citada, págs. 391-392), trata sobre la constitución y el uso de los cestos:

Dice y lanza
a media arena dos enormes cestos,
los que armaban las manos ponderosas
de Érix en las peleas, y sus brazos
dentro del duro cuero retenían.
Mudos quedan de espanto ante esas masas:
la piel de un buey enorme cada una
hecha siete dobleces, reforzados
con plomo y hierro. Más que todos Dares
aturdido protesta la pelea
sin quererse acercar. También levanta
el noble hijo de Anquises el disforme
correaje de los cestos sopesándolo;
mientras el rudo anciano le decía:
“¡Ah! lo que era de ver eran los cestos
con que Hércules se armaba, y la tremenda
mortal pelea en esta misma playa.
Érix, tu hermano, éstos usó vestigios
guardan de sangre y sesos destrozados;
con éstos hizo frente al gran Alcides;
con éstos luché yo, mientras mis fuerzas
sangre mejor alimentó, y escarcha
no me vertía aún sobre las sienes
la envidiosa vejez. Mas si rehúsa
mis armas el Troyano, y compasivo
así lo aprueba Eneas y lo admite
Acestes, responsable de esta pugna,
igualemos la lid: yo te perdono
deja ese miedo ya los cestos de Érix,
mas tú depón los que de Troya exhibes.

El historiador Dión Crisóstomo, en sus Discursos 28 y 29, elogió al peleador Melankómas, amante del emperador Tito, según Temistio. 
  

Los epigramas pugilísticos de la Antología Palatina
  
Púgil en reposo, de las Termas o del Quirinal.
Museo Nacional Romano.
  
Como otros epigramas de atletas que figuran en el Libro XI de la Antología Palatina, los textos lucilianos sobre pugilistas que se complementan con los de otros autores: Teeteto (VIII, 48), Alceo (IX, 588), Anónimo (XII, 123), Faleco (XIII, 5)... van del 75 al 812 y son parodias de las fórmulas e inscripciones agonísticas es decir, aquellas consagradas a los certámenes, luchas y juegos públicos, en que se exaltaban las cualidades de los vencedores.
  
Detalle de las manos de El púgil, cubiertas
por ἱμάντες, hymántes, correas de cuero.
   
Las asociaciones atléticas solían erigir estatuas el geógrafo e historiador Pausanias atestigua las dispuestas para los competidores en el apartado VI de su Descripción de Grecia. Los epitafios ficticios centran su atención en los fracasos y las pérdidas, no en los triunfos.


Lucilio

Detalle de la cara de El pugilista.

Algunas hipótesis identifican al autor satírico con el destinatario de las Epístolas de Lucio Anneo Séneca, y otras con el gramático Lucilo de Tarra. Empero, la única información escasa, por demás es la que se sustrae de su propia obra.

Se infiere que vivió en la época de Nerón siglo I d. C., y que era uno de los muchos graeculī término peyorativo, acuñado por el orador Marco Tulio Cicerón, para los griegos que buscaban dinero y protección de las clases pudientes romanas, ofreciendo sus servicios como instructores de poesía y filosofía a los que favoreció el emperador.

Lucilio proyectó el género epigramático, de corte satírico-burlesco, en lengua griega, convirtiéndose en el antecesor del poeta que lo consolidaría: el hispanorromano Marco Valerio Marcial, creador de 1, 500 epigramas en comparación con los 150 que se conservan del primero.

Si bien el escritor exagera los rasgos de los personajes y las acciones, basta reparar en los detalles para extraer los elementos cotidianos de la conflictiva sociedad de su tiempo.


Sobre la traducción
  
Ilustración de púgiles y cestos.
   
Comencé por traducir textualmente los epigramas que presento a continuación.

Como lo manifesté en otro lugar, siempre prepondero la literalidad sobre la reinterpretación; sin embargo, a medida de que avanzaba en este ejercicio, me percaté de que, dado el carácter tanto de la obra como del autor, así por los juegos de palabras de los que tanto gusta, una traducción libre sería más apropiada, ya que me permitiría prescindir de algunas partículas indispensables en el original, mas no en nuestra lengua.

De este modo, trabajé las traducciones directas y, una vez terminadas, me aboqué a conformar las versiones que se leerán. Esta licencia me permitió tener mayor fluidez en español, además de que, siguiendo el ejemplo de Lucilio, me valí de la jerga pugilística para infundir verosimilitud y actualidad.

Intenté, en la medida de mis posibilidades, usar términos que comprendiera cualquier hispanohablante cuando lo consideré oportuno, realicé algún guiño a este deporte en mi país. También decidí respetar aquellos como púgil y sus derivaciones que a las personas de este tiempo les resultan familiares si las entienden como metáforas porque se relacionan con un período concreto.

En cuanto a las notas al pie, las hay de dos tipos: las primeras explicitan el contexto del epigrama; en tanto que las segundas puntualizan mis decisiones.

El texto original proviene de The Greek Anthology. with an English Translation by. W. R. Paton. London. William Heinemann Ltd. 1926. 4.

1 En el Libro V de La Eneida, Publio Virgilio Marón recrea el preámbulo y el combate entre Entelo y Dares versión del padre jesuita ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit: Virgilio en verso castellano, Editorial Jus, México, 1961, págs. 389-396. Seleccioné algunos fragmentos: 375-379; 421-463; 468-471:

Tal era el Dares que se yergue ahora
para iniciar la lucha, frente enhiesta,
hombros enormes, poderosos brazos
que él va lanzando en ademán alterno
probando contra el aire el recio golpe.
Se le busca un rival; mas no se encuentra
en tanta multitud quien se aventure
los cestos a ceñir y hacerle frente.

[...]

Dice, y el doble manto de sus hombros
brusco sacude, y a la vista deja
musculatura enorme, enormes huesos,
fornidos brazos, y se yergue ingente
en media arena. El vástago de Anquises
cestos del mismo peso les presenta
y a entrambos luchadores deja iguales.

Uno y otro de súbito se empinan
sobre la punta de los pies, e impávidos
alzan al cielo los armados puños.
Contra golpes directos las cabezas
echan atrás cuanto más pueden; trábanse
las manos en la lucha que se aviva.
Muévese el uno rápido, fiando
de su arriscada juventud; le puede
el otro por sus miembros y su mole,
aunque lentas le tiemblen las rodillas
y el huelgo es poco para tanto cuerpo.
Cien y cien tiros sin herir se asestan,
cien y cien veces a golpearse alcanzan
en los huecos ijares, y retumban
los anchurosos pechos. Impacientes
en torno de la sien y las orejas
corren las manos, y al rebote crujen
del puño las mandíbulas heridas.
Inconmovible Entelo ni un instante
trueca su firme posición; los tiros
con leve esguince evita, alertas siempre
los ojos avizores. Mas al modo
de un caudillo del campo que una villa
con minas bate, o que asentado en armas
acecha los castillos de la sierra,
Dares de un lado y otro entradas busca,
rodeando mira en torno el campo todo
y arremetidas vanas multiplica.

Entelo de repente alza la diestra,
yérguese amenazante. El otro advierte
veloz el golpe que de arriba amaga:
un quite rapidísimo, y se libra.
Vierte en el viento su pujanza toda
Entelo, y de su mole al propio impulso
en tierra se desploma ponderoso,
como en el Ida o Erimanto un pino
de hueco tronco que el turbión descuaja.
Todos se agolpan, Sicilianos, Teucros,
y entre el inquieto vocerío Acestes
es el primero que doliente acude
a levantar del suelo al viejo amigo.

Mas su caída al héroe ni le espanta
ni le detiene un punto. A la pelea
con bríos vuelve que le da su furia:
la vergüenza le aguija, el sentimiento
de su propio valer; y enardecido
hace correr a Dares y le aturde
y le acosa por toda la llanura.
Golpes uno tras otro con la diestra,
golpes con la siniestra sin reposo:
granizada en los techos crepitante
parece el aporreo con el que el héroe
a dos manos contunde y acribilla
a toda prisa a Dares.
Mas entonces,
no sufriendo ya Eneas que se ensañe
Entelo por más tiempo, ni que cebe
así su agrio rencor, fin a la lucha
manda poner, y mientras saca vivo
de la palestra a Dares sin aliento,

[...]

En tanto a Dares
a las naves los suyos acompañan:
arrastra a duras penas las rodillas,
de un lado y otro la cabeza abate,
y dientes con la sangre va escupiendo
que mana espesa de la herida boca.

2 N. del T. El único que no traduje del grupo fue el 78, dedicado a Apolófanes, por considerarlo hermético y que requería de más notas explicativas que superarían en extensión al poema mismo.


Epigramas pugilísticos de Lucilio

75.

οὗτος ὁ νῦν τοιοῦτος Ὀλυμπικὸς εἶχε, Σεβαστέ,
ῥῖνα, γένειον, ὀφρῦν, ὠτάρια, βλέφαρα:
εἶτ᾽ ἀπογραψάμενος πύκτης ἀπολώλεκε πάντα,
ὥστ᾽ ἐκ τῶν πατρικῶν μηδὲ λαβεῖν τὸ μέρος:
εἰκόνιον γὰρ ἀδελφὸς ἔχων προενήνοχεν αὐτοῦ,     
καὶ κέκριτ᾽ ἀλλότριος, μηδὲν ὅμοιον ἔχων.

75.
[A Olímpico]

Éste que ahora ves como Olímpico, Augusto,
tenía nariz, mentón, cejas, orejitas, párpados:
después se inscribió en el pugilato, y lo perdió todo,
de modo que no pudo hacerse de su parte de herencia.
Así pues, su hermano presentó un retrato suyo como prueba,
y los jueces fallaron que era un extraño que ni siquiera se parecía.


El nombre del personaje del epigrama evoca burlescamente a los juegos que se celebraban en Olimpia.

Lucilio presenta a su protector, el emperador Nerón, como participante de esta competencia. El historiador Suetonio, en Los Doce césares (Nerón, XXXIX), destaca la benevolencia que el genocida tuvo para con aquellos que lo atacaron mediante epigramas en griego y en latín; a diferencia, por ejemplo, de Cayo César (Calígula, XXVII), quien mandó a quemar en el anfiteatro a un autor que escribió un verso equívoco.
  
El adjetivo griego σεβαστιάς, sebastiás, equivalía al latín Augusto. Una traducción aproximada del término es honrado o venerado.

En el verso final agregué jueces, y opté por fallar en vez de resolver, en el contexto jurídico en que se da el epigrama.


76.

ῥύγχος ἔχων τοιοῦτον, Ὀλυμπικέ, μήτ᾽ ἐπὶ κρήνην
ἔλθῃς, μήτ᾽ ἐνόρα πρός τι διαυγὲς ὕδωρ.
καὶ σὺ γάρ, ὡς Νάρκισσος, ἰδὼν τὸ πρόσωπον ἐναργές,
τεθνήξῃ, μισῶν σαυτὸν ἕως θανάτου,

76.
[A Olímpico]

Con semejante hocico, Olímpico, no te puedes dirigir
hacia la fuente, ni allegarte cerca del agua diáfana.
También tú, sin duda, como Narciso, al ver tu rostro real,
sucumbirás, odiándote a ti mismo hasta la muerte.


Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespia, era un mancebo hermoso que rechazó a Eco, maldecida por Hera. Némesis lo castigó, haciendo que se enamorara de su propia imagen reflejada en el agua. En el lugar donde Narciso se ahogó, creció una hermosa flor. En las Metamorfosis de Ovidio (III, 339-510) puede consultarse esta versión.
  
El verbo en griego significa morir, caer en el combate. Así, opté por sucumbir


77.

εἰκοσέτους σωθέντος Ὀδυσσέος εἰς τὰ πατρῷα
ἔγνω τὴν μορφὴν Ἄργος ἰδὼν ὁ κύων:
ἀλλὰ σὺ πυκτεύσας, Στρατοφῶν, ἐπὶ τέσσαρας ὥρας,
οὐ κυσὶν ἄγνωστος, τῇ δὲ πόλει γέγονας.
ἢν ἐθέλῃς τὸ πρόσωπον ἰδεῖν ἐς ἔσοπτρον ἑαυτοῦ,
‘οὐκ εἰμὶ Στρατοφῶν’, αὐτὸς ἐρεῖς ὀμόσας.

77.
[A Estratofonte]

Cuando Odiseo regresó a salvo a su patria
después de veinte años, su perro, Argos,
lo reconoció al ver su aspecto.
Pero tú, Estratofonte, después de pelear
cuatro horas, no te volviste irreconocible
para los perros, aunque sí para las personas.
Si quisieras mirar tu propio rostro en el espejo,
tú mismo dirías: Juro que no soy Estratofonte.


Odiseo pasó veinte años lejos de Ítaca: diez durante la Guerra de Troya, y otros diez tratando de regresar a su patria. El pasaje al que alude el epigrama se localiza en la Odisea (Canto XVII, 290-327), en que el viejo perro de Odiseo, Argos, tumbado en el estiércol y lleno de pulgas, reconoce a su amo bajo el disfraz de mendigo, antes de mover la cola y perecer.

 En el texto original hay un juego de palabras, basado en el cambio de espíritu entre el período natural de tiempo (ὥρας) y cuidado que, evidentemente, se pierde al traducirlo al español.

El verbo griego significa pelear a puñetazos. Sobreentendí los puñetazos y opté por pelear solamente, como el malogrado Estratofonte.

Preferí personas a ciudad.


79.

πύκτης ὢν κατέλυσε Κλεόμβροτος: εἶτα γαμήσας
ἔνδον ἔχει πληγῶν Ἴσθμια καὶ Νέμεα,
γραῦν μαχίμην, τύπτουσαν Ὀλύμπια, καὶ τὰ παρ᾽ αὐτῷ
μᾶλλον ἰδεῖν φρίσσων ἤ ποτε τὸ στάδιον.
ἂν γὰρ ἀναπνεύσῃ, δέρεται τὰς παντὸς ἀγῶνος
πληγάς, ὡς ἀποδῷ: κἂν ἀποδῷ, δέρεται.

79.
[A Cleómbroto]

El púgil Cleómbroto se retiró. Pero, después de casarse,
recibe en su hogar los golpes de Istmia  y Nemea
de una vieja combativa que pega como en Olimpia;
y al sentir lo que soporta junto a sí, se estremece más
de lo que lo hizo alguna vez en el estadio.
Si descansa, lo despelleja a golpes para que pelee,
y si rehúye el combate cuerpo a cuerpo, lo desuella.


Cleómbroto significa la gloria de los mortales, y remite a un personaje histórico: Cleómbroto I, rey de Esparta de 380 a 371 a. C., tristemente recordado por la derrota que sufrió el último año de su vida ante los tebanos los superaba por 3, 000 soldados en Leuctra, lo que supuso el surgimiento de Tebas.

Alusión a los Juegos Panhelénicos de la antigua Grecia: El autor se refiere a ellos a partir de sus nombres poéticos. Éstos eran: Olímpicos, juegos deportivos celebrados en Olimpia; Píticos, juegos poéticos, celebrados en Delfos; Nemeos, competencia de jinetes celebrada en Argos; e Ístmicos, celebrados en Corinto.

Como lo mencioné al principio, traté de dotar a la versión con un lenguaje boxístico, manteniendo los sentidos doméstico y sexual que privan en el original. El hallazgo en la traducción del verbo pelear que, al conjugarse fonéticamente, se semeja a pelar, evidencia mi intención. En el verso final agregué cuerpo a cuerpo, que recuerda la frase la lucha de cuerpo a cuerpo, y cara a cara del Doctor Alfonso Morales, uno de los cronistas mexicanos más experimentados en la materia.


80.

οἱ συναγωνισταὶ τὸν πυγμάχον ἐνθάδ᾽ ἔθηκαν
Ἆπιν οὐδένα γὰρ πώποτ᾽ ἐτραυμάτισεν.

80.
[Al pugilista Apis]

Los compañeros de batalla erigimos aquí una estatua al púgil
Apis, pues nunca golpeó a nadie en modo alguno.


Apis, el toro sagrado, era un dios solar de la fertilidad, posteriormente asimilado con la Muerte. De acuerdo con el historiador Suetonio se experimentó una simpatía por lo egipcio durante el reinado de Nerón (54-68 d. C). Marcial en los Epigramas y Juvenal en las Sátiras confirman tal aseveración.

A pesar de la brevedad, este epigrama es pródigo en burlas. Simplemente lo es, el hecho de que sus rivales le dediquen una estatua a un boxeador que jamás lastimó a nadie.

  
81.

πᾶσαν ὅσαν Ἔλληνες ἀγονοθετοῦσιν ἅμιλλαν
πυγμῆς Ἀνδρόλεως πᾶσαν ἀγωνισάμαν.
Ἔσχον δ᾿ ἐν Πίσῃ μὲν ἓν ὠτίον, ἐν δὲ Πλαταιαῖς
ἓν βλέφαρον· Πυθοῖ δ᾿ ἄπνοος ἐκφέρομαι·
Δαμοτέλης δ᾿ ὁ πατὴρ καρύσσετο σὺν πολιήταις
ἆραι μ᾿ ἐκ σταδίων ἢ νεκρὸν ἢ κολοβόν.

81.
[A Androleo]

En todos los Juegos que los griegos organizaron
con pruebas pugilísticas, yo, Androleo, contendí:
En Pisa gané una orejita, en Platea perdí un párpado;
en Pitón se me levantó exánime. Mi padre, Damóteles,
y mis conciudadanos, anunciaron que siempre
salí del estadio en hombros: muerto o maltrecho.


El pugilato formaba parte del programa de los antiguos Juegos Olímpicos junto a las carreras, el pentatlón, la lucha libre, el pancracio y los ecuestres.
  
La traducción textual de este verbo es tener. Aunque pude traducir obtener como símbolo de victoria, me decidí por ganar, y agregar, por contraste en el siguiente enunciado, perder.

Sacar sería la traducción literal, aunque otra de sus acepciones es llevar a enterrar. Yo preferí levantar.

La literalidad señala sacar fuera del estadio. Pero quise resaltar el carácter irónico del epigrama, y traduje salir del estadio en hombros.

Opté por maltrecho: maltratado, malparado, de acuerdo con la definición del DRAE, aunque el término más directo fuera mutilado.