Pedro Olalla (Imagen: pedrolalla.com)
Pedro Olalla. Atenas
Hace apenas dos días, en un
controvertido referéndum –celebrado en un clima de miedo y extorsión, con los
bancos cerrados como medida de presión y con unas colas en los comedores de
beneficencia mucho más largas e inadvertidas que las de los cajeros automáticos–,
la sociedad griega se pronunció en contra de la firma del nuevo paquete de
préstamos y medidas de austeridad con un rotundo NO. El gobierno de Tsipras
buscaba respaldo para negociar y ha recibido un empujón tan fuerte que ha
quedado aturdido.
Aunque la política de este
gobierno ha sido siempre de reforma –nunca de ruptura– y declaradamente
decidida a permanecer en la UE y en la Eurozona para intentar “cambiarlas desde
dentro”, se supone que, tras el inequívoco mensaje del referéndum del domingo,
iría a combatir el lunes, con fuerzas renovadas, la intransigencia proverbial
de las “Instituciones”. El gobierno griego tiene ahora en su mano varias cartas
muy fuertes: el 61% de NO consolidado mediante referéndum, la declaración del
FMI sobre la inviabilidad de la deuda si no se procede a una importante quita,
la reciente declaración de expertos en Derechos Humanos de la ONU (30/6/2015)
sobre la violación de lo dispuesto en la Carta de Naciones Unidas (Art. 103) y
en la Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados (Art. 53) por parte
del Acuerdo de Préstamo y de los memoranda de la Troika, y el informe de la
Comisión de la Verdad sobre la deuda griega –constituida a instancias del
propio gobierno y presidida por Eric Toussaint–, que concluye que, en un
altísimo porcentaje, la deuda es odiosa e ilegal.
Tras la estentórea negativa
del referéndum del domingo, lo esperable es que el gobierno griego cogiera
éstas y otras cartas y fuera al Eurogrupo a defender con la cabeza alta los
derechos y las necesidades de una población depauperada y esquilmada
sistemáticamente durante los últimos cinco años. Sin embargo, a la mañana
siguiente del referéndum, el ministro Varoufakis se inmola en aras de un rápido
acuerdo, el gobierno de Tsipras le sirve al Eurogrupo la cabeza de su más
incómodo interlocutor, ocupa su cartera un nuevo ministro de tono moderado, se
convoca urgentemente una cumbre de líderes políticos griegos para acudir al
Eurogrupo con una propuesta consensuada con los partidos “pro-rescate”, y se llega
finalmente a la mesa de las negociaciones sin siquiera un texto escrito que
fije claramente la nueva propuesta de Grecia. Algo raro esta pasando, y en
cuestión de horas. Esperemos que el gobierno de Tsipras no se equivoque
peligrosamente al interpretar la voluntad política expresada el domingo en su
sorpresivo referéndum.
Desde: pedroolalla.com