Un manifestante enarbola la bandera griega
frente al Parlamento el pasado lunes (Imagen: rtve.es)
Pedro
Olalla. Atenas
Esta mañana (27 de junio de
2015), Grecia se ha despertado con la voz de Alexis Tsipras proponiendo
convocar un referéndum para aceptar o no las nuevas condiciones de las
“Instituciones”. Desde las doce del mediodía, permanece reunido el parlamento
para decidir al respecto. En torno a la una y media, han llegado noticias de
que el Eurogrupo se dispone a retirar su propuesta: una clara maniobra para
atajar la sorprendente iniciativa, no vaya a ser que a un país donde no se
celebra un referéndum desde hace más de cuarenta años se le suba la democracia
a la cabeza... Dentro de un par de horas, sobre las siete de la tarde, se
espera que el parlamento griego se pronuncie sobre la cuestión. Y los próximos
días serán, sin duda alguna, una continuación del thriller al que nos tienen
acostumbrados desde hace cinco años, sin que nada cambie realmente.
Recapitulemos. Las pasadas
elecciones del 25 de enero –convocadas tras el fracaso en el intento reiterado
de proclamar un Presidente de la República a gusto y conveniencia de los
acreedores para legitimar cómodamente a través de las urnas la política
impuesta hasta el momento de forma coercitiva y antidemocrática desde el núcleo
neoliberal europeo– rompieron con el bipartidismo tradicional y otorgaron el
poder a la coalición Syriza-ANEL. Para no engañarnos, reconozcamos que dichos
partidos nunca hubieran accedido al poder por vía democrática enarbolando la
bandera de la ruptura con los memoranda, la moneda única y la Unión Europea,
por lo que, estratégicamente, preconizaron el discurso moderado de tratar de
regenerar Europa “desde dentro”, aceptando como premisa la permanencia en la
Unión y en la Eurozona. Ya entonces estaba claro –a los ojos de quien no
deseara engañarse– que, sin estar dispuesto a romper con ese marco, no hay ni
soberanía ni medios para llevar a cabo otra política que no sea la dictada por
Berlín y Bruselas. Hoy, tras seis meses más de “negociaciones” y depauperación,
resulta aún más difícil negarlo. Así que, a estas alturas, deberíamos saber ya
lo que es la Unión Europea, lo que son las Instituciones y lo que es el euro:
una construcción diseñada con precisión para que el poder de facto de unas
determinadas élites se transforme en un inapelable poder de iure, por encima de
la soberanía de los Estados tradicionales, de los principios democráticos y de
los derechos y necesidades de las personas. Punto.
Así pues, ya va siendo hora
de que alguien se plante. Un gobierno elegido democráticamente para llevar a
cabo una política distinta a la onerosa sumisión de los gobiernos anteriores
hace bien en someter a referéndum este nuevo memorándum ante la inflexibilidad
de las Instituciones; esperemos que no se retracte en las próximas horas, como
hizo Papandreou en noviembre de 2011, tragándose sus soflamas soberanistas en
cuanto Merkel y Sarkozy se revolvieron en sus sillas...
Para no dar continuidad a este proceso de extorsión y saqueo, Grecia necesita ahora un No; pero, el paso decisivo al de este sorpresivo referéndum a una semana vista es el siguiente: ¿qué va a pasar después? Si gana el Sí, el gobierno recibe una coartada para retirarse o un cheque en blanco para llevar a cabo unas políticas contrarias en principio a la voluntad reformista con la que fue votado; si gana, en cambio, el No, el gobierno debe decir claro si se limitará sólo a intentar renegociar una vez más las condiciones del endeudamiento crónico de Grecia, o si, por el contrario, impulsado desde las urnas hacia una posición más radical, está por fin dispuesto a sacar del cajón el Plan B y a celebrar, con tiempo suficiente para que arraigue en la sociedad una argumentación contraria a la doctrina europeísta del “único camino”, un referéndum sobre la verdadera decisión que atañe al pueblo griego: continuar en el euro y en la Unión Europea firmando memoranda y por la misma vía de los últimos años, o salirse de ambas instituciones y tomar en sus manos las riendas de su propio destino. Éste es el verdadero dilema que ningún gobierno, hasta el día de hoy, se ha atrevido abiertamente a plantear. Y hoy día, después de cinco años de medidas probadamente catastróficas que han sumido al país en la depauperación y en el expolio y que han incrementado exponencialmente la deuda que pretendían combatir, lo menos que merece la sociedad griega es que, serenamente, se le explique sin tapujos ni demonizaciones lo que conllevaría abandonar el euro y, con idéntico rigor, lo que conllevará seguir en él. Basta ya de mentiras. Los hombres empiezan a ser libres cuando aprenden a decir No.
Para no dar continuidad a este proceso de extorsión y saqueo, Grecia necesita ahora un No; pero, el paso decisivo al de este sorpresivo referéndum a una semana vista es el siguiente: ¿qué va a pasar después? Si gana el Sí, el gobierno recibe una coartada para retirarse o un cheque en blanco para llevar a cabo unas políticas contrarias en principio a la voluntad reformista con la que fue votado; si gana, en cambio, el No, el gobierno debe decir claro si se limitará sólo a intentar renegociar una vez más las condiciones del endeudamiento crónico de Grecia, o si, por el contrario, impulsado desde las urnas hacia una posición más radical, está por fin dispuesto a sacar del cajón el Plan B y a celebrar, con tiempo suficiente para que arraigue en la sociedad una argumentación contraria a la doctrina europeísta del “único camino”, un referéndum sobre la verdadera decisión que atañe al pueblo griego: continuar en el euro y en la Unión Europea firmando memoranda y por la misma vía de los últimos años, o salirse de ambas instituciones y tomar en sus manos las riendas de su propio destino. Éste es el verdadero dilema que ningún gobierno, hasta el día de hoy, se ha atrevido abiertamente a plantear. Y hoy día, después de cinco años de medidas probadamente catastróficas que han sumido al país en la depauperación y en el expolio y que han incrementado exponencialmente la deuda que pretendían combatir, lo menos que merece la sociedad griega es que, serenamente, se le explique sin tapujos ni demonizaciones lo que conllevaría abandonar el euro y, con idéntico rigor, lo que conllevará seguir en él. Basta ya de mentiras. Los hombres empiezan a ser libres cuando aprenden a decir No.
Desde: pedroolalla.com