Katerina Giánnaka
Katerina
Giánnaka, la reciente ganadora del Concurso Panhelénico de
Cerámica, encontró su particular paraíso en la isla de Egina, donde vive desde
hace más de dos décadas. Desde allí, rodeada de animales y con la naturaleza
que habita su jardín como principal fuente de inspiración, la artista vive por y para el arte. “Si no demuestras con tu vida que eres eso que creas –afirma-, creo que no eres digno de llamarte artista”.
Primeras manifestaciones artísticas
La primera necesidad que
tuvo Katerina de expresarse artísticamente se manifestó a través de la
escultura cuando, a muy temprana edad, comenzó a tallar pastillas de jabón. “Eso me entusiasmaba como proceso –asegura
la artista-. Fue como entrar en otro
mundo. Tuve la sensación de haber encontrado un camino”.
Un poco más tarde llegó el
dibujo. Más o menos a los doce años realizó Katerina su primer autorretrato. De
aquella época todavía conserva algunas madejas de lana de su madre. “Esas madejas me dieron la base de mis
conocimientos sobre el color. Las colocaba formando combinaciones que me
parecían bonitas”.
Estudios de arte junto a Móralis y Nikolaou
Katerina Giánnaka dejó su
Lárisa natal para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de Atenas.
Allí recibió clases de pintura, escenografía y vestuario artístico, teniendo
entre sus profesores a dos grandes figuras de la pintura griega del siglo XX: Yannis Móralis y Nikos Nikolaou. El primero decía de ella que “sea cual sea el material con el que trabaje, ella siempre es Katerina…”.
Giánnaka considera que fue una bendición tener por maestros a ambos artistas: “Nikolaou me comprendió rápidamente, y yo a
él también. Me ayudó muchísimo a mantenerme por mí misma. Después vino Móralis,
que me dio una gran apertura. Hablábamos de muchas cosas además de la pintura.
Ambos tuvimos la felicidad de conservar nuestra relación hasta su muerte”.
Katerina completó su formación con estudios de mosaico junto a Paolo Racagni en la ciudad italiana de
Rávena.
Una relación casi erótica con el material
Katerina utiliza como materiales
las pinturas, la arcilla, los hilos… “El
material es un medio mágico a través del cual puedes expresar lo que sientes.
Es una gran ayuda. El principio y el final de todo. Literalmente. Me inspira
mucho tener un material maleable en mis manos, sea arcilla, color, hierro,
jabón… Tengo una muy buena relación con los materiales; una relación casi
erótica”.
Katerina Giánnaka posa junto a las tres piezas
con las que obtuvo el Premio Panhelénico de Cerámica 2013
Premio Panhelénico de Cerámica 2013
Desde hace unos años,
Katerina se dedica principalmente a la cerámica, arte en el que es totalmente
autodidacta. Me cuenta que siente la felicidad de un niño pequeño cada vez que
toma la arcilla con sus manos. “Me
divierto, juego, me alegro con la cerámica. Es realmente mi diversión y mi
refugio”. El jardín de su casa de Egina es su fuente principal de
inspiración. La naturaleza se prolonga en las manos de Katerina. De ellas surgen
piezas en forma de hojas, flores y otros diseños vegetales que, una vez salidos
del horno, vuelven a perderse en el mismo espacio en el que fueron concebidos. “Siento que la úncia cosa que “circula”
dentro de esas obras, lo que me ha inspirado, es mi jardín. Y eso lo confirma
el hecho de que si tomo una de mis piezas y la coloco en mi jardín, no se ve,
se pierde”. A pesar de ello, el reciente contacto de la artista con el
Museo Arqueológico de Egina ha dado como resultado una serie de piezas que se
alejan de la inspiración vegetal de su jardín y que recuerdan vagamente a la
cerámica de la Antigua Grecia.
La artista obtuvo
recientemente el primer premio del Concurso Panhelénico de Cerámica 2013, en el cual
ya había recibido una mención especial el año anterior.
Sus cerámicas han sido
adquiridas, entre otras instituciones, por el Museo Benaki o la Fundación del
Folklore del Peloponeso, así como por coleccionistas privados de Grecia,
Francia, Italia, Luxemburgo y Armenia.
Pasión por Egina y la naturaleza
Katerina Giánnaka vive en
Egina desde 1988, cuando fue destinada allí como profesora de arte. “Estoy
enamorada de Egina. Tiene una dulce nobleza, sin ninguna arrogancia. Es el
único lugar que sigue teniendo la luz del Ática. Atenas, como una dama
decadente, la ha perdido. Una de las razones por las que adoro la isla, y que
influyó enormemente en mi decisión de quedarme, es que puedo caminar por todas
las fases de la historia. Cuando veo la casa de Kanaris o pienso que Aristófanes
paseaba por la zona de la O.T.E., se me pone el vello de punta. Pienso mucho en
todas esas cosas. Aquí la historia está condensada y todos los períodos están
representados magníficamente”.
Gran amante de los animales
y la naturaleza, la artista afirma: “Además
de los animales, adoro el cielo, la tierra, los sonidos de la naturaleza. Mientras
trabajo, los sonidos que llegan a mis oídos me tranquilizan y me unen todavía
más a la naturaleza. Mucha gente ignora la presencia de esa magia”. Y
añade: “La espina que siempre tengo
clavada en el corazón es que no existe ningún respeto hacia la naturaleza. Esto
me entristece terriblemente. El hombre debe saber la importancia que tiene
mantener una buena relación con todos los seres de la naturaleza. Cuando no
respetas el lugar en el que vives, entonces es que no te respetas a ti mismo”.
“En
el punto donde la vida y el arte se unen,
allí exactamente es donde siento que
está mi lugar”
(Katerina Giánnaka)
Las cerámicas de Katerina Giánnaka en Facebook