Andreas Vgenopoulos
Hace tres años, Andreas
Vgenopoulos, un abogado griego convertido en magnate, estaba en pleno apogeo.
Su fondo de inversión, con 15.000 millones de euros (US$19.400 millones)
disponibles después de una de las mayores recaudaciones de capital en el sector
de private equity, acababa de comprar Olympic Air.
Vgenopoulos era reconocido
como un héroe nacional por rescatar la atribulada aerolínea bandera de Grecia,
un evento que celebró con gran pompa en un hangar en un aeropuerto de Atenas,
con una actuación de acróbatas de Cirque du Soleil incluida.
Mientras tanto, la fusión de
tres partes que orquestó entre bancos chipriotas y griegos tres años antes
había creado la quinta mayor institución financiera de Grecia. Con eso,
Vgenopoulos ganó una pequeña fortuna.
Ahora, sin embargo, el
magnate se ha convertido en un símbolo de los problemas de Grecia y las
extraordinarias dificultades que afronta el empresariado del país. Olympic está
a la venta, el fondo de private equity está agobiado por pérdidas y deudas, y
Vgenopoulos es acusado de arrastrar a Chipre al borde de la bancarrota.
Sus activos en la isla
fueron temporalmente congelados el mes pasado, mientras las autoridades
chipriotas investigan cuál fue su papel en el colapso de su economía. Este mes,
un legislador de Chipre afirmó que las prácticas crediticias del banco de
Vgenopoulos, Marfin Popular, le han costado al país miles de millones de euros,
obligándolo a aceptar un rescate de 10.000 millones de euros.
"Se ha perpetrado un
gran escándalo contra el sistema bancario de Chipre", dijo Demetris
Syllouris, líder del Partido Europeo, que respalda al gobierno. "Se han
perdido al menos 4.000 millones de euros en esta trama". Vgenopoulos califica las
acusaciones de "ridículas", pero no hizo comentarios para este
artículo.
Sin embargo, su ascenso y
caída ponen de manifiesto cómo el renacimiento económico del sur de Europa se
construyó sobre tasas de interés bajas y un vertiginoso boom alimentado por el
crédito que encubrió graves problemas estructurales. Su historia subraya los
muchos desafíos que siguen afrontando los empresarios del país que se encuentra
en el corazón de la crisis de deuda del Viejo Continente, a pesar de las
señales a principios de este año de que la salud de Grecia estaba mejorando.
Otros magnates que forjaron
sus fortunas sobre la base del dinero fácil que inundó Europa después del
nacimiento de la moneda única también están en graves aprietos. En España,
Florentino Pérez, que amasó su riqueza en el sector inmobiliario, está lleno de
deudas. Spiros Latsis, uno de los hombres más ricos de Grecia, ha perdido la
mitad de su patrimonio y se ha visto obligado a ceder el control de Eurobank,
otrora uno de los pilares de su imperio.
Vgenopoulos, que proviene de
una familia modesta de Atenas, se dio cuenta de que poseía un toque de Midas
cuando durante su carrera como abogado se hizo una reputación por gestionar
exitosamente deuda de empresas atribuladas en la industria naviera. En 2006,
orquestó la fusión del segundo mayor prestamista de Chipre, Cyprus Popular Bank
PCL, o Laikí, con el griego Egnatía Bank y su propio Marfin Bank, un acuerdo
que le trajo nuevas riquezas y estableció su fama como negociador, dicen
banqueros que trabajaron con él.
En 2007, Vgenopoulos asumió
un gran riesgo al abrir un fondo de private equity, Marfin Investment Group, para invertir en Grecia, por entonces una economía mimada
por los inversionistas internacionales. Fumando cigarros cubanos, el magnate
griego, un campeón de esgrima que representó a Grecia en los Juegos Olímpicos
de 1972, era un experto en cautivar a grandes inversionistas con el potencial
de la región, según personas que trabajaron con él.
Pese a su breve historial en
los negocios, magnates navieros griegos, la familia real de Dubai y otros pesos
pesados inyectaron cientos de millones cada uno en el fondo, hasta alcanzar más
de 5.000 millones de euros, una de las mayores recaudaciones en el sector de
private equity. Con apalancamiento, Vgenopoulos contaba con 15.000 millones
para gastar, aunque nunca recurriría a esos préstamos adicionales.
Olympic Air era el símbolo
del intento de Vgenopoulos por convertirse en el nuevo Aristóteles Onassis, que
fundó la aerolínea en los años 50. En 2009, Vgenopoulos compró la compañía, que
perdía entonces un millón de euros al día, por 180 millones de euros. El
acuerdo fue celebrado en Grecia, ya que prometió renovar la flota, devolverla a
la rentabilidad para 2011 y convertirla en una aerolínea de primera clase.
Sin embargo, Olympic se ha
hundido con el resto de la economía griega. Hoy en día, se limita en general a
volar a las islas griegas en rutas que están en gran parte subsidiadas por el
gobierno.
Vgenopoulos ahora trata de
venderla a su rival Aegean Airlines a casi la mitad del precio
al que la compró, pero enfrenta la oposición de los reguladores de la Unión
Europea.
A su vez, MIG ha perdido 95%
de su valor. Sus deudas superaban sus activos en aproximadamente 1.000 millones
de euros a fines del año pasado.
Deborah Mall / Altman Granitsas