domingo, 28 de febrero de 2010

"LOS ARCHIVOS GRIEGOS", EL CANTO DE BLANCA ANDREU A LA CULTURA HELÉNICA

Blanca Andreu


Blanca Andreu regresa a las librerías con un canto a la cultura helénica

Blanca Andreu (La Coruña, 1959) parece buscar la verdad en su desnudez más absoluta, aunque esta franqueza le cobre el peaje de mostrarla ante el mundo en una vulnerabilidad conmovedora. Su actitud queda lejos de las imposturas tras las que se ocultan otros autores; en su charla, la poeta gallega discurre sobre sus sentimientos y sus estados de ánimo con una asombrosa honestidad. Su obra se ha despojado igualmente de artificios: en Los archivos griegos (Fundación José Manuel Lara), nueva incursión en la poesía tras nueve años de silencio, esa voz surrealista y onírica de los comienzos se expresa ahora en una serena madurez. En su libro, Andreu vuelve su mirada a las raíces de la cultura helénica para hablar del don de la belleza y de la comunión del ser humano con el mundo, temas que trata desde la luz porque, advierte, "lo que escribimos puede dañarnos".

"Cuando era más joven yo usaba la literatura como una medicina, como algo catártico, que servía para volcar mis dolores y hacer algo bello", reconoce. Pero el tiempo le demostró que "todo lo que escribes te vuelve". La resaca del Adonáis [que ganó en 1980 con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall] fue "espantosa", porque se trataba de un libro "muy atormentado" que le produjo "mucho desasosiego". Descubrió así que "la poesía afecta a la gente que está abierta a este mensaje" y desde entonces pretende que "lo que lance al mundo sea luminoso, ayude a ver una parte de la realidad".

En Los archivos griegos, Andreu salda la deuda de gratitud que sentía hacia Grecia, un país que siempre había estado presente en su producción aunque no lo visitara hasta el tiempo en el que redactó este libro. En sus versos, la autora declara no sólo su amor a un legado intelectual - las aguas de la Argólida y sus islas azules / sus templos blancos donde pacen caballos / vienen del mundo de los pensamientos, escribe en Mar platónico-, sino también a la bondad de la gente que habita el paisaje. "En el primer viaje que hice, me dijeron que no tenía que dar limosna a los mendigos porque en Grecia hay una ley, no sé si tácita o escrita, por la que si alguien con hambre va a un restaurante recibe algo de comida. Cuando me lo contaron me gustó formar parte de una cultura con raíces humanitarias", asegura.

Pero Los archivos griegos es también un canto a los prodigios que encierra la naturaleza. Hay una sucesión de marinas en las que Andreu sucumbe ante la armonía del océano, como ocurre en el poema Espuma: Gacela blanca / vuelas / sobre el arco de la ola / como un inacabable lirio blanco / o una rosa / de sal / interminable. "Yo siempre digo que el mar es mi mezquita. Como vivo en La Coruña, me voy a una playa a meditar, es algo que echo muchísimo de menos cuando estoy fuera", expone. Ante la orilla, cuenta, "veo la magnificencia, un poder que el hombre no puede controlar. Cuando la naturaleza se muestra en su esplendor, el alma se expande". En el poemario, la sensibilidad de la escritora se crece también con los animales. "A veces me ocurren experiencias con ellos", admite, "tengo un hermano que tiene un don, que sabe entenderse con ellos, y me ha iniciado bastante". El encuentro con un cisne en Granada, en el que ella advirtió que el ave le hablaba -le pedía auxilio al tener una espina de rosal clavada en un ala- ofrece uno de los pasajes más impactantes del libro.

La emoción también marca los fragmentos que Andreu dedica a su amigo Vicente Ferrer -"no creo que haya muerto: cuando uno alcanza un estado tan elevado, uno no se desintegra fácilmente"- y al que fue su marido, el escritor Juan Benet. Verás, ciprés hermano / de los lirios / me recuerdas a un hombre / que amé y murió / y que era como tú alto y oscuro, confiesa la autora en el poema A un ciprés de la Acrópolis.

Es posible que Andreu, que afirma que "cada vez que veo un libro, veo un árbol" y se pregunta si es "necesario" que "se publique tanto", regrese de nuevo al silencio editorial por un tiempo. La novela que preparaba, sobre las licencias que la sociedad concede a un autor cuando éste goza de "cierto estatus", se mantendrá inédita. "Vicente me dijo en un sueño que no la publicara, hay denuncias de delitos bastante graves, y eso no casa con querer llevar luz al mundo", desvela, haciendo gala de nuevo de esa sinceridad con la que desarma a sus interlocutores.

Braulio Ortiz en Diario de Sevilla



"Los archivos griegos"
Blanca Andreu
Fundación José Manuel Lara
(Sevilla, 2010)
128 páginas
11,90 €


Algunos de los poemas incluidos en ‘Los archivos griegos’ rinden homenaje a seres añorados como Vicente Ferrer o Juan Benet, combinando la evocación de una Grecia soñada con las emotivas experiencias vividas en el país heleno, que adquieren una cualidad reveladora. Otros vuelven la mirada a los escenarios familiares de la infancia o plantean la impugnación de una realidad insatisfactoria. Hay por último, cerrando el poemario, una hermosa serie de poemas consagrados al mar y otra dedicada a escudriñar lo que Rubén Darío denominó “el alma de las bestias”, ambas presididas por el deseo de una plena comunión con la naturaleza. A juicio de la autora, que en la actualidad trabaja en un libro de relatos y en una novela, ‘Los archivos griegos’ guarda continuidad con su anterior entrega, pues “alberga el mismo esfuerzo de claridad y libertad y la búsqueda de un pensamiento poético vivo, viajero por espacios, seres y tiempos diferentes”. Respecto a la evolución de su poesía desde los tonos surrealistas de sus primeras entregas, Blanca Andreu sostiene que ha habido asimismo, lo que es más importante, una evolución de fondo: “Mi concepción del mundo se transformó por completo después de escribir ‘Elphistone’. Por eso reuní mis tres primeros libros bajo el título de El sueño oscuro, y titulé el que escribí a continuación ‘La tierra transparente’”.

“Creo que la poesía se diferencia de los otros lenguajes literarios en que los poemas no intentan contar algo: lo que pretenden es darlo”. Preguntada por la poética de esta última etapa y por la esencia misma del género, Andreu vuelve su mirada a la Antigüedad: “El acto poético se resume para mí en una escena que relata Platón: en cierta ocasión, Sócrates, arrebujado, apartó de su cabeza la manta con la que se cubría, y en ese mismo instante ‘le arrebataron las musas’. La inspiración es ese apartar la manta del pensamiento convencional, ese alzar la cabeza descubierta por encima de la propia lógica, esa entrega de la mente a lo celeste”. La cultura de la Grecia clásica, pero también sus experiencias personales en el solar de la antigua Hélade, están en el trasfondo de este nuevo libro de poemas.

“Como esos caballeros occitanos que se enamoraban de oídas, me prendé de Grecia en mi adolescencia. De hecho, en todos los libros que he escrito hay imágenes, metáforas o referencias que la aluden”. La autora se refiere en particular a dos viajes, una primera estancia en que cayó “fulminada ante su belleza” y otra posterior, fruto de la escritura de varios poemas de tema griego, cuando fue invitada a residir por un tiempo en una de las islas Cícladas. “El resultado de ambos viajes son los poemas de la primera parte de Los archivos griegos, que aunque parezcan hablar de dioses y leyendas, del mar de la Argólida, de una isla o de un perro, no son otra cosa que poemas de amor”.

Los escenarios naturales –“constantes en mi vida desde la infancia”– tienen asimismo un protagonismo destacado, lo que tampoco constituye novedad en la obra de Andreu. “En ‘Los archivos griegos’ –dice–, la naturaleza tiene una presencia grande, incluso a veces se erige en protagonista, personificada en el propio mar que desde el primer viaje se me reveló como un inmenso libro”.