Koza Mostra y Agathonas Iakovidis, anoche, en el Malmö Arena
Tengo la sensación de que
anoche, nada más empezar las votaciones del Festival de Eurovisión, alguien
debió de comenzar a temblar en la ERT (Radiotelevisión Griega) al comprobar
que, tras la primera votación, Grecia se encontraba en lo más alto de la
clasificación, y las posibilidades de que le correspondiera a la televisión pública griega organizar el evento
en 2014 pasaban a ser bastante serias. De hecho, Alcohol Is Free lideró el
panel de votos en varias ocasiones y, durante el primer tercio de la ronda de
votaciones, fue una potente candidata a ganar el concurso de canciones celebrado en la ciudad
sueca de Malmö.
Los chicos de Koza Mostra,
aliados con el rebetis Agathonas Iakovidis, consiguieron, a base de simpatía y
cierto toque gamberro, que la representación helena no pasara desapercibida. Para poner en escena el relato de su borrachera tesalonicense y encaramarse a la zona alta de la clasificación no necesitaron ni fuegos de artificio, ni besos
de tornillo, ni carretillas elevadoras (este último, un recurso muy manido este año por algunas delegaciones). Vestidos, incluso, de manera sobria para lo que en ellos es habitual, el mayor efecto especial que utilizaron
los griegos fue instalar en sus instrumentos unas lucecitas que se encendieron durante unos instantes al tiempo que el escenario quedaba en penumbra.
Hay que felicitar, pues, a
los representantes helenos por su éxito, por elegir el griego y no el inglés
para cantar en Europa y por combinar de manera brillante sonidos y ritmos
tradicionales y modernos.
Peor suerte corrió la representación chipriota que, encabezada por Déspina
Olympiou, no consiguió superar la semifinal, celebrada el pasado martes.
Chipre, cuya delegación apenas estaba compuesta por tres personas, optó por aquello
de que menos es más y puso sobre el
escenario An me thimase, una balada clásica, magníficamente interpretada por la cantante de
Limasol, que no consiguió convencer ni al público ni a los jurados del resto de
Europa. Hay que agradecer también a Chipre el hecho de que, tras varios años
cantando en inglés, hiciera posible que el sonido de la hermosa lengua griega
se escuchara en el Malmö Arena y en los hogares de medio mundo. Además, resultó muy conmovedora la pancarta que, portada por unos eurofans chipriotas, apareció en pantalla al finalizar la actuación de Chipre. En la pancarta podía leerse: Είμαστε ακόμα ζωντανοί (Todavía estamos vivos).
Pero la presencia helena
en Eurovisión no se limitó a las participaciones de Grecia y Chipre. Azerbaiyán
(a estos, que están forrados de petrodólares, sí que no les importaría ganar
siempre el festival y organizarlo eternamente) encargó su canción al compositor
griego Dimitris Kontópulos, autor de
las notas de Hold Me. La canción,
interpretada por el azerí Farid Mammadov,
consiguió alzarse con el segundo puesto. Seguro que parte de su éxito se debió
a la muy trabajada puesta en escena, obra de otro griego: el coreógrafo Fokás Evanguelinós.