domingo, 8 de marzo de 2009

MELINA MERCURI


En el Día Internacional de la Mujer (aunque no me gustan demasiado los "días de..." creo que, desgraciadamente, aún siguen siendo necesarios), quisiera dedicar
un pequeño homenaje a una de las mujeres más importantes de la Grecia del siglo XX: Melina Mercuri. Un homenaje que, precisamente hoy, quiero hacer extensivo a todas las mujeres que, cada día o de vez en cuando, hacéis un alto en vuestro quehacer diario y os asomáis a las páginas de esta humilde bitácora. A todas y cada una de vosotras, a las que conozco y a las que no. Profesoras, abogadas, amas de casa, traductoras, historiadoras, auxiliares de laboratorio, cocineras, comerciales, empleadas de la limpieza... a todas vosotras hoy quiero deciros simplemente una palabra, en dos idiomas, pero sólo una: ¡GRACIAS!, ΕΥΧΑΡΙΣΤΩ!



LA ÚLTIMA DIOSA GRIEGA


Hace exactamente quince años, Melina, Grecia entera se dio cita en las calles de Atenas para despedirte, para acompañarte a tu última morada. Griegos y gentes venidas de todo el mundo caminaban compungidos y en silencio, sabiendo muy bien que la Grecia contemporánea acababa de perder uno de sus símbolos, una de sus voces, tal vez su única voz. Atenas, la extensa Atenas, se quedó pequeña para albergar a todos cuantos acudieron allí para ofrecerte su último homenaje. Y desde entonces eres para todos simplemente Melina, la única, la irrepetible, la inolvidable, la última diosa griega, η τελευταία Ελληνίδα θεά. Desde tu partida, la Acrópolis y el Partenón están un poco más solos, un poco más tristes, como si se hubieran quedado huérfanos.


Aquella misma Atenas te había visto nacer unas cuantas décadas antes. Coqueta tú, jamás reconociste la fecha exacta en que Zeus Olímpico decidió enviarte al seno de una de las más distinguidas familias de la ciudad. El a
buelo, Spyros, había sido alcalde de la capital (y volvería a serlo unos años después de tu nacimiento). El padre, Stamatis, parlamentario, llegaría a presidir dos ministerios durante un breve período de tiempo. Creciste, pues, en una casa siempre frecuentada por políticos y artistas. Desde muy niña, frente al espejo de tu habitación, imitabas las actuaciones de los actores del cine mudo, repetías las canciones que los invitados de tu abuelo interpretaban en el salón después de los copiosos almuerzos oficiales.


El abuelo Spyros fue el único que comprendió y creyó en tus aspiraciones artísticas, Melina. Tanto fue así que, cuando se separaron tus padres, decidiste no marcharte con ninguno de los dos, sino quedarte a vivir con él, que ya por entonces te había asegurado que era un dios inmortal y que jamás te abandonaría. Pero el abuelo se marchó un buen día, Melina, y te sentiste traicionada por primera vez en tu vida. El viejo Spyros había preferido marcharse a vivir al monte Olympo.


Encontraste en los brazos de Panos Jarokopos, tu primer marido, la comprensión y el consuelo que te habían negado en casa. Él comprendió desde el primer momento tu pasión por el teatro y te prometió plena libertad para estudiar en la Escuela Dramática del Teatro Nacional, entonces Teatro Real. Trabajaste duro para conseguir tu primer papel como protagonista en 1945.



Y luego, Melina, llegó tu salto a la gran pantalla, en 1955, protagonizando la película “Stella”, dirigida por Cacoyannis. Grandes críticias para ti en el festival de Cannes, donde si bien no conquistaste el galardón a la mejor actriz que según muchos merecías, encontraste el mejor de los premios: Jules Dassin, el amor de tu vida. Llegaron entonces las grandes interpetaciones, los premios y el reconocimiento mundial: “Nunca en domingo”, “Fedra”, “Topkapí”...



Y de ahí a Broadway, Melina. Impresionante tu interpretación en “Illya Darling”, en 1967, siempre con Jules a tu lado. Fue allí, en Manhattan, cuando una llamada telefónica de Manos Jatsidakis, en la madrugada del 21 de abril, te hizo saber que algo horrible había sucedido en Grecia. Los periodistas de todo el mundo acudieron en busca tuya, querían saber la opinión de una de las grandes personalidades de la cultura griega. Y tú, llorando, les dijiste: “Les ruego que no vayan a mi país”. Tus declaraciones llegaron a Grecia y la Junta golpista decidió privarte de tu nacionalidad helena. Tu respuesta fue clara y contundente: “Nací griega y moriré griega. Pattakós nació fascista y morirá fascista”. Desde noviembre de 1967 y durante tres meses, el FBI te siguió a todas partes.



Te convertiste entonces en una de las grandes pesadillas de la Junta. Conociste a Andreas Papandreu y comenzaste una incansable actividad política en toda Europa denunciando al régimen fascista de Atenas, participando en manifestaciones, en huelgas de hambre. Nació en ti el animal político llamado Melina Mercuri.



La pesadilla terminó el 24 de julio de 1974. Dos días después regresaste a Grecia. Miles de personas te esperaban en el aeropuerto, Melina. Tú representabas el regreso de la Libertad. Inolvidable tu imagen de aquel día, llorando mientras tus manos mostraban el signo de la victoria. Sin dejar de lado tus actividades artísticas, la lucha política se convirtió en una prioridad.


Melina y yo

En 1981, de la mano de Papandreu, llegaste al Ministerio de Cultura, provocando un auténtico terremoto en la vida cultural griega, sobre todo de cara al exterior. Organizaste infinidad de exposiciones de temática griega en museos de todo el mundo, te entrevistaste con las más altas personalidades de la época: Olof Palme, Indira Gandhi, Mitterrand, Andreotti… y, sobre todo, lanzaste al mundo el grito a favor del regreso a Grecia de los Mármoles del Partenón, haciendo de este tema la batalla de tu vida. Tuya fue también la idea de crear las Capitales Culturales de Europa, siendo, por supuesto, Atenas la primera de ellas, en 1985.




Te dejo ya, Melina, con los versos y la canción que un cantautor, nacido en el mismo lugar que yo, escribió para ti en cuanto supo de tu regreso a la Patria:


“...Tu vida y tus razones, tu país,

donde el mar se hizo gris,

donde el llanto ahora es canto.

Has vuelto, Melina,

tus ojos reflejan el dolor

y tu alma el amor…”


(Camilo Blanes)


Camilo Sesto - "Melina" (1975)
camilo sesto y nin...